domingo, 28 de noviembre de 2010

Calendario de Adviento

Un pequeño regalo de adviento para todos y todas ustedes. Este calendario les acompañará en su preparación para la Navidad.

calendarioadviento2010n

viernes, 29 de octubre de 2010

¿Y tus apegos?

Por Ronald Marín Rojas

Imagina un día que tu celular se quede sin señal, que quede en señal “solo emergencias”, y por más que intentes y aunque te ubiques en diferentes lugares no captas señal. Por otro lado te quedaste sin carga eléctrica y no andas el cargador y es imposible comunicarte. En estos tiempos de la era del móvil, móvil prepago, iphone, etc. ¿Quién puede soportar algo así? ¿Qué sensación de desconexión del exterior? Pues tu corazón se comporta de un modo parecido…

Piensa en las numerosas veces que te has visto zarandeado por tus emociones, que has sufrido accesos de ira, depresión, de angustia, cuando tu corazón se ha empeñado en conseguir algo que no tenías, o en aferrarte a algo que poseías, o en evitar algo que no deseabas. Estabas enamorado(a) por ejemplo y te sentías rechazado(a) o celoso(a), de pronto, toda tu mente y tu corazón empezaban a centrarse exclusivamente en este hecho, y pierdes la dulzura de la vida.

En síntesis: en el momento que te dejas atrapar por un apego, deja de funcionar esesu corazon repara maravilloso, celular de carne que llamamos “corazón humano”. Si deseas tener señal y hablar a todos lados, debes tener un excelente aparato, lo último. Si deseas reformar tu corazón, tienes que tomarte tiempo para pensar seriamente, elige algún apego que te resulte el mas urgido de sanar, algo a lo que estes locamente aferrado, algo que de solo pensar en dejarlo te inspire miedo y angustia o algo que ansíes verdaderamente…

1. Debes escoger entre tu apego y la felicidad. No se puede tener las dos cosas. En el momento que te apegas a algo, tu corazón de carne deja de funcionar y se convierte el algo mecánico y material.

2. ¿Cómo vino a mi ese apego? No naci con él, sino que nació de una falsedad o ilusión que la sociedad o la cultura del hipermodernismo nos han inculcado, o de una mentira que me conté yo mismo, que sin tal cosa, sin esta persona no se puede ser feliz. Simplemente abre los ojos y comprueba la falsedad de tal aspecto. Hay miles de personas en este mundo perfectamente felices sin esa cosa, esa persona o circunstancia. Así nuevamente discurre entre ese apego, tu felicidad, tu LIBERTAD.

3. Si deseas sentirte en realidad vivo(a), debes adquirir y desarrollar un sentido de balanza, de equilibrio en nuestra vida. La vida es más grande que ese “apeguillo” al que tu alma se ha apegado y a la que le has dado el poder de alterar tu ritmo de vida.

4. Y finalmente te diré que ninguna cosa o persona que no sea tu mismo(a) tiene el podre de hacerte feliz o desdichado.

Toma conciencia hermano(a) de que en ti y solo en ti esta el desterrar esos apegos que solo tu y Dios conocen y que te alejan de Él.

Busca las causas y efectos, destierra lo que te roba la Libertad de Hijo(a) de Dios y SE, SE VERDADERAMENTE DE CORAZON Y NO DE PALABRAS, MUY PERO MUY FELIZ.

Haciendo eco a los hermosos ejercicios espirituales de Alianza de Amor, Centro Reina de los Ángeles, el primer fin de semana de Octubre.

viernes, 15 de octubre de 2010

UN RELIGIOSO MEXICANO, ARZOBISPO DE SAN ANTONIO (ESTADOS UNIDOS)

Monseñor Gustavo Garcia-Siller era auxiliar de Chicago

García, mspsCIUDAD DEL VATICANO, jueves 14 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI  nombró al hasta ahora obispo auxiliar de Chicago, monseñor Gustavo Garcia-Siller, MSpS, nuevo arzobispo metropolitano de la diócesis estadounidense de San Antonio, informó este jueves la Oficina de Información de la Santa Sede.

Al recibir la noticia de su nombramiento, el nuevo arzobispo de San Antonio mostró su “sentimiento de gratitud por la oportunidad de servir a las personas de la arquidiócesis”, informa la web del arzobispado estadounidense.

“Sentí una verdadera felicidad y una alegría moderada por una profunda conciencia de la gran responsabilidad que se me ha pedido abrazar”, confesó.

“Desde el momento en que dije 'sí', sentí, en la fe, un afecto profundo por la gente de la arquidiócesis de San Antonio”, añadió monseñor Garcia-Siller, que prevé instalarse en su nueva arquidiócesis el próximo 23 de noviembre.

En una rueda de prensa celebrada hoy en el Centro Pastoral de la arquidiócesis para presentar al arzobispo nombrado, el administrador apostólico, monseñor Oscar Cantú se mostró “encantado de que el Santo Padre nos envíe un pastor que conoce profundamente al Buen Pastor”.

Y calificó a monseñor Garcia-Siller como una persona “apasionada en su amor a Jesucristo, en su amor a la Iglesia y en su amor a sus ovejas”.

Nacido en San Luis Potosí (México) el 21 de diciembre de 1956, monseñor Garcia-Siller entró en la Congregación de los Misioneros del Espíritu Santo en 1973 y dos años después emitió su primera profesión.

De 1975 a 1984 estudió en el Instituto de Filosofía de Guadalajara, en México, y de 1980 a 1984 realizó sus estudios teológicos en el Saint John Seminary en Camarillo (California).

Allí obtuvo el Master of Divinity y el Master of Arts, después, en la Universidad Jesuita de Guadalajara estudió el Master of Psychology.

Fue ordenado sacerdote en Guadalajara el 22 de junio de 1984 para la Congregación de los Misioneros del Espíritu Santo.

Ejerció su ministerio en la parroquia de San José en Selma, en California, y fue rector de diversas casas de estudios de su congregación en California y en Oregón.

Entre 1999 y 2003 fue superior del vicariato Cristo Sacerdote de los Misioneros del Espíritu Santo en California, que incluye el territorio de los Estados Unidos y Canadá.

El 24 de enero de 2003 fue nombrado obispo auxiliar de Chicago y titular de Esco, y recibió la consagración episcopal el 19 de marzo de ese año. Además del inglés y el español, conoce el francés.

En la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos es presidente de la Región VII y miembro de la Subcomisión de Asuntos Hispánicos y de la Subcomisión de Asuntos Africanos Americanos.

Monseñor Garcia-Siller es el sexto arzobispo de la arquidiócesis de San Antonio y sucede al también mexicano arzobispo José Horacio Gomez, quien fue nombrado en abril de 2010 obispo coadjutor de Los Ángeles, para suceder al cardenal Roger Mahony, que tiene previsto retirarse a principios de 2011.

EL AMOR POR EL DESIERTO

Por Ronald Marín Rojas

 

EL Desierto no es ni CLAUSURA, NI EGOÍSMO. El desierto es aquel silencio necesario y que debemos vivir todas las almas de la Cruz, especialmente en la tercera obra de la misma “ALIANZA DE AMOR CON EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS”. En él escuchamos la VOZ de DIOS, distinguiéndola de otras voces que a menudo nos distraen y alejan. La voz de Dios no tolera prórrogas, ni luegos, ni otros compromisos.

El desierto del miembro de la Alianza de Amor, particularmente, es un clima decamino y pasos autoconocimiento, autoconciencia y autodeterminación, casi un hábito o forma de ser. Se rodea de un mutismo amoroso, parar poder tener los ojos fijos como la María de Betania, con los ojos fijos en su Señor.

En el desierto descubre la realización de su paternidad - maternidad, porque testimonia la salida del sol radiante y la caída de la tarde con sus primeros astros como en aquella milenaria formación del Dios Desconocido y que había prometido a Abrahán y toda su descendencia.

Así, el desierto se puebla de todas las ansias y problemas de nuestras realidades temporales. En Alianza de Amor el hombre y la mujer que son parte de la Obra, las asumen poniéndoselas cada una sobre sus espaldas, imitando al Buen Pastor, que toma en brazos las ovejas cansadas y las acaricia con tenacidad y dulzura mientras las lleva de nuevo al verdadero redil imagen paradójica del misterio de la CRUZ.

Como miembros de la Familia de la Cruz y en la rama hermana Alianza de Amor, NO PODEMOS permitirnos distracciones, debemos estar atentos a la voz, al gemido de la creación entera para llevarla a Dios, ya que la misma espera ansiosamente consuelo y liberación. Sentimos que debemos caminar y aunque caigamos, tomar fuerza y seguir, sin tregua, detrás de Aquel que continúa corriendo en la historia, más veloz que el viento y más resplandeciente y vigoroso que el mismo Sol, hasta que todos en él tengamos vida abundante. Para esto se nos llama, para que seamos su consuelo y así toda La humanidad ,en Él tenga Vida Abundante, para eso nosotros miembros de Alianza con o sin compromiso dentro de la Obra, hemos decidido subir a bordo y así Ofrecerlo y Ofrecernos con ÉL.

En el desierto, incesantemente se dirige la presencia e invocación del Espíritu Santo, fuente primaria de nuestra espiritualidad, para que así el nos transforme y por ende nosotros transformar a la humanidad entera en víctimas agradables al Padre, siendo Hostias Vivas con Jesús.

Y así esta fuerza creadora venga sobre nosotros, como lo hizo en la ANAWIN por excelencia MARíA, a fin de que en todos: el Mundo, la Iglesia y especialmente los sacerdotes, sea gestado y formado Jesucristo.

DEDICO ESTA BREVE REFLEXION A MI COMUNIDAD “CRUZ DE JESÚS” A DÍAS DE NUESTRO PRIMER COMPROMISO: 06 DE NOVIEMBRE DE 2010.

jueves, 7 de octubre de 2010

Reflexión sobre el adviento

¿Te gustaría prepararte para vivir más plena y conscientemente el Adviento?

Invitaciones Manana de reflexion Adviento

La Iglesia, encargada como está por el mismo Dios de santificarnos, tiene establecida en su Ciclo litúrgico un método de santidad cuyo fin hacer nuestras almas semejantes a la de Jesús, ya que el Padre nos tiene “predestinados” a ser conformes a la imagen de su Hijo” (Rom. 8, 29).

Por eso cada año la liturgia celebra los diferentes aniversarios de los sucesos principales de la vida del Salvador, contemplando vivir las virtudes que el Jesús el Maestro practicó: de manera que sigamos siempre practicando más de sus saludables efectos. Cada tiempo litúrgico representa una nueva fase de la vida de Jesús y nos trae consigo gracias especiales. Importa, pues, conocer cuál sea el espíritu peculiar que a esos Tiempos caracteriza y abrigar siempre en nuestra alma las disposiciones debidas, si queremos aprovecharnos de la eficacia que les es propia.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Amar en tiempos difíciles

P. Carlos Francisco Vera Soto, msps

La patria nos necesita, la Iglesia nos necesita, nuestra ciudad nos necesita. Aquí, en donde hemos sido plantados quiere Dios que demos frutos. ¿Qué hacer? Oponer a todo el mal que descubrimos, todo el bien de lo que somos capaces. Hoy el Señor, nuestro Dios, nos está invitando a Amar en tiempos difíciles. ¿Qué le vamos a responder? “Espérate Señor, a que se compongan las cosas”, “Deja que se arregle la situación y entonces”, “Dame chance, nomás me voy unos añitos a MacAllen”, “Pues yo a San Antonio”, “Prefiero Houston, hay más oportunidades”. No. “Señor, yo quiero aprender a amar aquí, en este lugar en el que tú me pusiste”. “Tú y tu Madre vivieron en tiempos de violencia, en un lugar ocupado por los Romanos; ahí sí que la vida no valía nada y ustedes, junto al bueno de san José, santificaron aquellos lugares derramando todo el amor que tenían dentro. Hicieron de aquellas tierras, azotadas por la violencia, la “Tierra Santa”. ¿Por qué no nos ayudan a hacer lo mismo con nuestras ciudades?; Ayúdenos, Jesús, José y María a vivir el amor en tiempos difíciles”. Amén.

La experiencia de Conchita Cabrera de Armida se hizo en estas dos direcciones; en un profundo amor y sumergida por el dolor. Aquí hay uno, de los cientos de textos que podríamos citar sobre su experiencia:

“Mi oración de hoy, muy de unión, sin hablar: sólo sentir, sentir... en un profundo silencio; todo lo que al exterior salía era de humillación, profundos suspiros, dequienes_conchita ansias por hundirme, aniquilarme... Usted me entiende, Padre mío. (246) [6,164] Se duerme el cuerpo; casi no se puede uno mover, se sueltan los brazos y las piernas y por dentro, inunda, inunda como un mansísimo arroyo de paz, de dulzura, de bienestar indefinible y santo... pero esto adoloridamente no sé cómo explicar. El calor me sube al rostro, y no sé Padre mío, más que amar... amar... y más amar... ofreciéndolo a usted y ofreciéndome a mí a este Ser divino, nuestro Dios, nuestro Dueño, nuestro entrañable y único amor... ¡Bendito seas, Señor, y sostennos... María, María... guárdanos, guárdanos. Me dijo Jesús ayer que todas sus Obras llevaban el sello de la Cruz y que cuánto más debía ser esto en las Obras de la Cruz, pero que no temamos ni vacilemos, que Él triunfó crucificado y que nosotros de igual manera triunfaremos, levantando la Cruz, que la tiene el mundo postergada, para darle gloria” (CC, 6, 164. 27 de agosto de 1895).

En este texto podemos observar varias cosas:

  • Conchita busca la unión con Dios a través de la oración.
  • Es una oración afectiva; sentir tiene un lugar preponderante.
  • Esto porque se está delante de una Persona.
  • En un profundo silencio.
  • Experimenta paz, dulzura, bienestar indefinible, santo.
  • Pero también experimenta dolor.
  • Y no sabe más que amar, y más amar.
  • El movimiento de su corazón consiste en ofrecer y ofrecerse.
  • Sabe que todo está sellado con la Cruz.
  • Jesús la invita a triunfar en y con la Cruz.
  • Jesús le pide que no vacile ni tenga miedo.

Este texto, que es bastante antiguo, resume bastante bien toda su experiencia cristiana, su apostolado y su vocación-misión.

Estructura de la misa

Desde el Centro Cruz de Jesús en Mexicali nos envían un hermoso documento que explica claramente la estructura de la Misa. Esperamos que les sea de utilidad, que lo disfruten y compartan.

sábado, 28 de agosto de 2010

La hermandad comunitaria es de naturaleza evangélica

Por Eric J. Mora Salazar

 

La Alianza de Amor con el Sagrado Corazón de Jesús, rama laical de las Obras de la Cruz, determina en sus Estatutos su denominado Compromiso Propio, que viene siendo su identidad como obra laical en el seno de la Iglesia. Este Compromiso Propio tiene tres dimensiones, siendo una de ellas el llamado a ser bautizados que viven en la Iglesia.

Este llamado se concretiza en la vida en Pequeña Comunidad[1]. De hecho, esta obra laical establece que la Pequeña Comunidad (grupos de no más de 12 personas y un animador) es la célula base de organización[2]. Es el punto de partida que se nos propone para crecer en fe, caridad, y acompañamiento mutuo.

Lo anterior – tanto la concretización del compromiso propio cuanto la propuesta de   crecimiento de la persona – no es casualidad ni tampoco exclusividad de esta obra: el llamado a vivir en Pequeña Comunidad es inherente al ser cristiano y compartido, difundido y exhortado por la Iglesia universal.

En efecto, la historia cristiana de la Salvación no concibe la preparación y consumación de la Redención sino a partir de la vida comunitaria. Por lo anterior, no se debe perder de vista que la vida en comunidad es, más que un comportamiento humano, una invitación evangélica.

¿Qué viviría Jesús durante sus días posteriores a su bautizo en el Jordán, en el desierto? Probablemente y entre muchas otras cosas, caer en la cuenta del infinito Amor que exudaba su Padre, y a partir de ese encuentro con el ‘Abbá’ caer en la cuenta de una segunda cosa: que ese Amor merece ser compartido con la humanidad entera.

¿Cuál es una de las primeras actividades en las que Jesús se involucra a su regreso del desierto? No otra cosa que conformar su propia Pequeña Comunidad: el grupo de los Doce. Es a partir de ahí que Jesús empieza a comunicar al Amor divino, Amor que lleva a Cristo a tratar a sus hermanos como el Padre lo trataba a Él, y a exhortarles a que hagan lo mismo: que se amen entre sí.

La fraternidad cristiana es de naturaleza evangélica; no procede de los hombres,images procede de la mismísima relación del Padre con el Hijo y de Este con Aquel. Notemos cómo las Pequeñas Comunidades a todo lo largo y ancho de la Iglesia se juntan sin conocerse previamente, sin lazos de consanguinidad, y en múltiples ocasiones siquiera sin afinidad; sin embargo crecen y se cohesionan.

Ese progreso de la vida en comunidad es misterioso, y en el meollo de ese misterio está el Padre, Amor divino. Haciendo uso de la clave de Jesús para vivir en comunidad, amarnos los unos a los otros, es como logramos vivir ese misterio; es como hacemos vida el mismo misterio de amor entre el Padre y el Hijo, del cual nosotros también formamos parte.

Al aproximarse su hora, Jesús dirige su mirada a su Padre y le pide: “Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.” (Jn 17, 21) Es decir, hacernos uno con Jesús y el Padre.

Ahí está la piedra angular de la vida comunitaria: conformar una unidad con la Santa Trinidad, ¿cómo? Mediante el amor mutuo y el establecimiento de una verdadera fraternidad y relación interpersonal. Ya hubo un ser humano que logró dicho grado de fraternidad, cohesión, transparencia, crecimiento, tacto, delicadeza: el mismo Jesús desde su propia Pequeña Comunidad. Él ya lo logró, y nos invita a seguir su ejemplo.

Como tantas novedades del Evangelio tenemos esta: aunque desde los inicios de la historia de la salvación la humanidad ha visto egoísmos, envidias, y en general un desprecio por la vida con otros, Jesús nos invita de una manera muy concreta a reconvertir esto y hacer las cosas de modo diferente, siguiendo su ejemplo, amando a mi hermano, a mi hermana, haciendo de nuestra historia personal de salvación una de talante eminentemente comunitario.


[1] Cfr. Estatutos de la Alianza de Amor con el Sagrado Corazón de Jesús, no. 17.6

[2] Cfr. Ibíd., no. 36

viernes, 27 de agosto de 2010

Retiro de Setiembre

Les extendemos la invitación al próximo retiro de Alianza de Amor, donde estaremos compartiendo un día de retiro y de encuentro con Dios y con nuestros hermanos.

Retiro del mes de Setiembre

“Obra con pureza de intención, bajo la mirada de Jesús”
(Novena regla de la Cadena de Amor)

Impartido por la Hna Rosa María Miranda, rcscj

Sábado 4 de Setiembre
9 a.m. – 3 p.m.
Centro de Espiritualidad de la Cruz, San Rafael de Heredia

Para mayor información comunicarse al 8323-6565 o alianzadeamorcr@gmail.com

JesúsPescadordeHombres

miércoles, 21 de julio de 2010

Conversión y misión

Meditación que pronunció el cardenal  Joachim Meisner, arzobispo de Colonia, durante el encuentro internacional de sacerdotes en la conclusión del Año Sacerdotal.

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¡Queridos hermanos!

Ciertamente no trataré de brindaros una nueva exposición sobre la teología de la penitencia y de la misión. Pero quisiera dejarme guiar por el mismo Evangelio, junto a vosotros, hacia la conversión, para luego ser enviados por el Espíritu Santo a llevar a los hombres la buena noticia de Cristo.

En este camino, quisiera ahora recorrer con vosotros quince puntos de reflexión.

1. Debemos convertirnos nuevamente en una "Iglesia en camino a los hombres" (Geh-hin-Kirche), como le gustaba decir a mi predecesor, el entonces Arzobispo de Colonia, el cardenal Joseph Höffner. Esto, sin embargo, no puede ocurrir por un mandato. A esto nos debe mover el Espíritu Santo.

Una de las pérdidas más trágicas que nuestra Iglesia ha sufrido en la segunda mitad del siglo XX es la pérdida del Espíritu Santo en el sacramento de la Reconciliación. Para nosotros, los sacerdotes, esto ha causado una tremenda pérdida de perfil interior. Cuando los fieles cristianos me preguntan: "¿Cómo podemos ayudar a nuestros sacerdotes?", entonces siempre respondo: "¡Id a confesaros con ellos!". Allí donde el sacerdote ya no es confesor, se convierte en un trabajador social religioso. Le falta, de hecho, la experiencia del éxito pastoral más grande, es decir, cuando puede colaborar para que un pecador, también gracias a su ayuda, deje el confesionario siendo nuevamente una persona santificada. En el confesionario, el sacerdote puede echar una mirada al corazón de muchas personas y de esto le surgen impulsos, estímulos e inspiraciones para el propio seguimiento de Cristo.

2. A las puertas de Damasco, un pequeño hombre enfermo, san Pablo, es tirado al  suelo y queda ciego. En la segunda Carta a los Corintios, él mismo nos habla de la impresión que sus adversarios tenían de su persona: era físicamente insignificante y de retórica débil (cfr. 2 Cor 10,10). A las ciudades del Asia Menor y de Europa, sin embargo, a través de este pequeño hombre enfermo, será anunciado, en los años venideros, el Evangelio. Las maravillas de Dios no ocurren nunca bajo los "reflectores" de la historia mundial. Estas se realizan siempre a un lado; precisamente, a las puertas de la ciudad como también en el secreto del confesionario. Esto debe ser para todos nosotros un gran consuelo, para nosotros que tenemos grandes responsabilidades pero, al mismo tiempo, somos conscientes de nuestras, a menudo limitadas, posibilidades. Forma parte de la estrategia de Dios: obtener, mediante pequeñas causas, efectos de grandes dimensiones. Pablo, derrotado a las puertas de Damasco, se convierte en el conquistador de las ciudades del Asia Menor y de Europa. Su misión es la de reunir a los llamados en la Iglesia, dentro de la "Ecclesia" de Dios. Aún si - vista desde fuera - es sólo una pequeña y oprimida minoría, es impulsada desde dentro, y Pablo la compara al cuerpo de Cristo, más aún, la identifica con el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Esta posibilidad de "recibir de las manos del Señor", en nuestra experiencia humana, se llama "conversión". La Iglesia es la "Ecclesia semper reformanda" y, en ella, tanto el sacerdote como el obispo son un "semper reformandus" que, como Pablo en Damasco, deben ser tirados a tierra desde el caballo siempre de nuevo para caer en los brazos de Dios misericordioso, que luego nos envía al mundo.

3. Por eso no es suficiente que en nuestro trabajo pastoral queramos aportar20050821 correcciones sólo a las estructuras de nuestra Iglesia para poder mostrarla más atractiva. ¡No basta! Tenemos necesidad de un cambio del corazón, de mi corazón. Sólo un Pablo convertido pudo cambiar el mundo, no un ingeniero de estructuras eclesiásticas. El sacerdote, a través de su ser en el estilo de vida de Jesús, está de tal modo habitado por Él que el mismo Jesús, en el sacerdote, se hace perceptible para los otros. En Juan 14, 23, leemos: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él". ¡Esto no es sólo una bella imagen! Si el corazón del sacerdote ama a Dios y vive en la gracia, Dios uno y trino viene personalmente a habitar en el corazón del sacerdote. Ciertamente, Dios es omnipresente. Dios habita en todos lados. El mundo es como una gran iglesia de Dios, pero el corazón del sacerdote es como un tabernáculo en la iglesia. Allí, Dios habita de un modo misterioso y particular.

4. El mayor obstáculo para permitir que Cristo sea percibido por los otros a través nuestro es el pecado. Este impide la presencia del Señor en nuestra existencia y, por eso, para nosotros no hay nada más necesario que la conversión, también en orden a la misión. Se trata, por decirlo sintéticamente, del sacramento de la Penitencia. Un sacerdote que no se encuentra, con frecuencia, tanto de un lado como del otro de la rejilla del confesionario, sufre daños permanentes en su alma y en su misión. Aquí vemos ciertamente una de las principales causas de la múltiple crisis en la que el sacerdocio ha estado en los últimos cincuenta años. La gracia especialmente particular del sacerdocio es aquella por la que el sacerdote puede sentirse "en su casa" en ambos lados de la rejilla del confesionario: como penitente y como ministro del perdón. Cuando el sacerdote se aleja del confesionario, entra en una grave crisis de identidad. El sacramento de la Penitencia es el lugar privilegiado para la profundización de la identidad del sacerdote, el cual está llamado a hacer que él mismo y los creyentes se acerquen a la plenitud de Cristo.

En la oración sacerdotal, Jesús habla a los suyos y a nuestro Padre celestial de esta identidad: "No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad" (Jn. 17,15-17). En el sacramento de la Penitencia, se trata de la verdad en nosotros. ¿Cómo es posible que no nos guste enfrentar la verdad?

5. Ahora debemos preguntarnos: ¿no hemos experimentado todavía la alegría de reconocer un error, admitirlo y pedir perdón a quien hemos ofendido? "Me levantaré e iré a la casa de mi padre y le diré: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti" (Lc 15,18). ¿No conocemos la alegría de ver, entonces, cómo el Otro abre los brazos como el padre del hijo pródigo: "su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó" (Lc 15,20)? ¿No podemos imaginar, entonces, la alegría del padre, que nos ha vuelto a encontrar: "Y comenzó la fiesta" (Lc 15,24)? Si sabemos que esta fiesta es celebrada en el Cielo cada vez que nos convertimos, ¿por qué, entonces, no nos convertimos más frecuentemente? ¿Por qué - y aquí hablo de un modo muy humano - somos tan mezquinos con Dios y con los santos del Cielo al punto de dejarlos tan raramente celebrar una fiesta por el hecho de que nos hemos dejado abrazar por el corazón del Señor, del Padre?

6. A menudo no amamos este perdón explícito. Y, sin embargo, Dios nunca se muestra tanto como Dios como cuando perdona. ¡Dios es amor! ¡Él es el donarse en persona! Él da la gracia del perdón. Pero el amor más fuerte es aquel amor que supera el obstáculo principal al amor, es decir, el pecado. La gracia más grande es el ser perdonados (die Begnadigung), y el don más precioso es el darse (die Vergabung), es eljesus9 perdón. Si no hubiese pecadores, que tuvieran más necesidad del perdón que del pan cotidiano, no podríamos conocer la profundidad del Corazón divino. El Señor lo subraya de modo explícito: "Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse" (Lc. 15,7). ¿Cómo es posible - preguntémonos una vez más - que un sacramento, que evoca tan gran alegría en el Cielo, suscita tanta antipatía sobre la tierra? Esto se debe a nuestra soberbia, a la constante tendencia de nuestro corazón a atrincherarse, a satisfacerse a sí mismo, a aislarse, a cerrarse sobre sí. En realidad, ¿qué preferimos?: ¿ser pecadores, a los que Dios perdona, o aparentar estar sin pecado, viviendo en la ilusión de presumirnos justos, dejando de lado la manifestación del amor de Dios? ¿Basta realmente con estar satisfechos de nosotros mismos? ¿Pero qué somos sin Dios? Sólo la humildad de un niño, como la han vivido los santos, nos deja soportar con alegría la diferencia entre nuestra indignidad y la magnificencia de Dios.

7. El fin de la confesión no es que nosotros, olvidando los pecados, no pensemos más en Dios. La confesión nos permite el acceso a una vida donde no se puede pensar en nada más que en Dios. Dios nos dice en el interior: "La única razón por la que has pecado es porque no puedes creer que yo te amo lo suficiente, que estás realmente en mi corazón, que encuentras en mí la ternura de la que tienes necesidad, que me alegro por el mínimo gesto que me ofreces, como testimonio de tu consentimiento, para perdonarte todo aquello que me traes en la confesión". Sabiendo de tal perdón, de tal amor, entonces seremos inundados de alegría y de gratitud. De este modo, perderemos progresivamente el deseo del pecado, y el sacramento de la Reconciliación se convertirá en una cita fija de la alegría en nuestra vida. Ir a confesarse significa hacer un poco más cordial el amor a Dios, sentir, decir y experimentar eficazmente, una vez más - porque la confesión no es estímulo sólo desde el exterior -, que Dios nos ama; confesarse significa recomenzar a creer - y, al mismo tiempo, a descubrir - que hasta ahora nunca hemos confiado de modo suficientemente profundo y que, por eso, debemos pedir perdón. Frente a Jesús, nos sentimos pecadores, nos descubrimos pecadores, que hemos dejado de lado las expectativas del Señor. Confesarse significa dejarse elevar por el Señor a su nivel divino.

8. El hijo pródigo abandona la casa paterna porque se ha vuelto incrédulo. Ya no tiene confianza en el amor del Padre, que lo satisface, y exige su parte de herencia para resolver por sí sólo todo lo que a él concierne. Cuando se decide a volver y pedir perdón, su corazón está aún muerto. Cree que ya no será amado, que ya no será considerado hijo. Vuelve sólo para no morir de hambre. ¡Esto es lo que llamamos contrición imperfecta! Pero hacía tiempo que el padre lo esperaba. Hacía tiempo que no tenía pensamiento que le diera más alegría que el de creer que el hijo podría volver un día a casa. Tan pronto lo ve, corre al encuentro, lo abraza, no le da tiempo ni siquiera para terminar su confesión, y llama a los sirvientes para hacerlo vestir, alimentar y curar. Dado que se le muestra un amor tan grande, el hijo, en ese momento, comienza también a sentirlo nuevamente, dejándose colmar. Un arrepentimiento inesperado le sobreviene. Esta es la contrición perfecta. Sólo cuando el padre lo abraza, él mide toda su ingratitud, su insolencia y su injusticia. Sólo entonces retorna verdaderamente, se vuelve a convertir en hijo, abierto y confidente con el padre, reencuentra la vida: "Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado" (Lc. 15,32), dice el padre, al respecto, al hijo que había permanecido en la casa.

9. El hijo mayor, "el justo", ha vivido un cambio similar - así, al menos, quisiéramos esperar que continúe la parábola. El caso de este hijo es, sin embargo, mucho más difícil. ¡No se puede decir que Dios ama a los pecadores más que a los justos! Una madre ama a su niño enfermo, al que dirige sus cuidados particulares, no más que a los niños sanos, a los que deja jugar solos, a los que expresa su amor - no ciertamente menor - pero de modo diverso. Mientras las personas rechazan reconocer y confesar los propios pecados, mientras siguen siendo pecadores orgullosos, Dios prefiere a los humildes pecadores.

Tiene paciencia con todos. El Padre tiene paciencia también con el hijo que se ha quedado en la casa. Le ruega y le habla con bondad: "Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo"  (Lc. 15,31). El perdón de la insensibilidad del hijo mayor no es expresado aquí pero está implícito. ¡Qué grande debe ser la vergüenza del hijo mayor frente a tal clemencia! Había previsto todo pero no ciertamente esta humilde ternura del padre. De repente, se encuentra desarmado, confundido, copartícipe de la alegría común. Y se pregunta cómo pudo pensar en quedarse a un lado, cómo pudo, aunque por un solo instante, preferir ser infeliz solo mientras todos los otros se amaban y se perdonaban mutuamente. Afortunadamente, el padre está allí y lo trata a tiempo. Afortunadamente, ¡el padre no es como él! Afortunadamente, el padre es mucho mejor que todos los otros juntos. Sólo Dios puede perdonar los pecados. Sólo Él puede realizar este gesto de gracia, de alegría y de abundancia de amor. Por eso, el sacramento de la Penitencia es la fuente de permanente renovación y de revitalización de nuestra existencia sacerdotal.

10. Por eso, para mí, la madurez espiritual de un candidato al sacerdocio, para recibir la ordenación sacerdotal, se hace evidente en el hecho de que reciba regularmente - al menos, en la frecuencia de una vez al mes - el sacramento de la Reconciliación. De hecho, es en el sacramento de la Penitencia donde encuentro al Padre misericordioso con los dones más preciosos que ha de dar, y esto es el donarse (Vergabung), el perdón y la gracia. Pero cuando alguno, a causa de su falta de frecuencia de confesión, dice al Padre: "¡Ten para ti tus preciosos dones! Yo no tengo necesidad de ti y de tus dones", entonces deja de ser hijo porque se excluye de la paternidad de Dios, porque ya no quiere recibir sus preciosos dones. Y si ya no es más hijo del Padre celestial, entonces no puede convertirse en sacerdote, porque el sacerdote, a través del bautismo, es antes que nada hijo del Padre y, luego mediante la ordenación sacerdotal, es con Cristo, hijo con el Hijo. Sólo entonces podrá ser realmente hermano de los hombres.

11. El paso de la conversión a la misión puede mostrarse, en primer lugar, en el hecho de que yo paso de un lado al otro de la rejilla del confesionario, de la parte del penitente a la parte del confesor. La pérdida del sacramento de la Reconciliación es la raíz de muchos males en la vida de la Iglesia y en la vida del sacerdote. Y la así llamada crisis del sacramento de la Penitencia no se debe sólo a que la gente no vaya más a confesarse sino a que nosotros, sacerdotes, ya no estamos presentes en el confesionario. Un confesionario en que el está presente un sacerdote, en una iglesia vacía, es el símbolo más conmovedor de la paciencia de Dios que espera. Así es Dios. Él nos espera toda la vida. En mis treinta y cinco años de ministerio episcopal conozco ejemplos conmovedores de sacerdotes presentes cotidianamente en el confesionario, sin que viniera un penitente; hasta que, un día, el primer o la primera penitente, después de meses o años de espera, se hizo finalmente presente. De este modo, por así decir, se ha desbloqueado la situación. Desde ese momento, el confesionario empezó a ser muy frecuentado. Aquí el sacerdote está llamado a poner de su parte todos los trabajos exteriores de planificación de la pastoral de grupo para sumergirse en las necesidades personales de cada uno. Y aquí debe, sobre todo, escuchar más que hablar. Una herida purulenta en el cuerpo sólo puede sanar si puede sangrar hasta el final. El corazón herido del hombre puede sanar sólo si puede sangrar hasta el final, si puede desahogar todo. Y se puede desahogar sólo si hay alguien que escucha, en la absoluta discreción del sacramento de la Reconciliación. Para el confesor es importante, primero que nada, no hablar sino escuchar. ¡Cuántos impulsos interiores experimenta y recibe el sacerdote, precisamente en la administración del sacramento de la confesión, que le sirven para su seguimiento de Cristo! Aquí puede sentir y constatar cuánto más avanzados que él, en el seguimiento de Cristo, están los simples fieles católicos, hombres, mujeres y niños.

12. Si nos falta en gran parte este ámbito esencial del servicio sacerdotal, entonces caemos fácilmente en una mentalidad funcionalista o en el nivel de una mera técnica pastoral. Nuestro estar a ambos lados de la rejilla del confesionario nos lleva, a través de nuestro testimonio, a permitir que Cristo se haga perceptible para el pueblo. Para decirlo claramente, con un ejemplo negativo: quien entra en contacto con el material radioactivo, también él se vuelve radioactivo. Si luego se pone en contacto con otro, entonces también -éste quedará igualmente infectado por la radioactividad. Pero ahora volvamos al ejemplo positivo: aquellos que entran en contacto con Cristo, se vuelven "Cristo-activos". Y si, entonces, el sacerdote, siendo "Cristo-activo", se pone en contacto con otras personas, éstas ciertamente serán "infectadas" por su "Cristo-actividad". Ésta es la misión, así como fue concebida y estuvo presente desde el comienzo del cristianismo. La gente se reunía en torno a la persona de Jesús para tocarlo, aunque sólo fuera el borde de su manto. Y quedaban sanados incluso cuando esto ocurría mientras Él estaba de espaldas: "porque salía de él una fuerza que sanaba a todos" (Lc. 6,19).

13. Con nosotros, en cambio, con frecuencia las personas huyen, ya no buscan nuestra cercanía para entrar en contacto con nosotros. Por el contrario, como dije, se nos escapan. Para evitar que esto suceda, debemos plantearnos la pregunta: ¿con quién  entran en contacto cuando se ponen en contacto conmigo? ¿Con Jesucristo, en su infinito amor por la humanidad, o bien con alguna privada opinión teológica o alguna queja sobre la situación de la Iglesia y del mundo? A través de nosotros, ¿entran en contacto con Jesucristo? Si este es el caso, entonces las personas tendrán vida. Hablarán entre ellas de tal sacerdote. Se expresarán sobre él con términos similares: "Con él sí se puede hablar. Me entiende. Realmente puede ayudar". Estoy profundamente convencido de que la gente tiene una profunda nostalgia de tales sacerdotes, en los cuales pueden encontrar auténticamente a Cristo, que los hace libres de todos los lazos y los vincula a su Persona.

14. Para poder perdonar realmente, tenemos necesidad de mucho amor. El único 01 conversion perdón que podemos conceder realmente es el que hemos recibido de Dios. Sólo si experimentamos al Padre misericordioso, podemos hacernos hermanos misericordiosos para los otros. Aquel que no perdona, no ama. Aquel que perdona poco, ama poco. Quien perdona mucho, ama mucho. Cuando dejamos el confesionario, que es el punto de partida de nuestra misión, tanto de un lado como del otro de la rejilla, entonces se quisiera abrazar a todos, para pedirles perdón y esto ocurre especialmente después de habernos confesado. Yo mismo he experimentado de forma tan gratificante el amor de Dios que perdona, como para poder solamente pedir con urgencia: "¡Acoge también tú su perdón! Toma una parte del mío, que ahora he recibido en sobreabundancia. ¡Y perdóname que te lo ofrezca tan mal!". Con la confesión se vuelve dentro del mismo movimiento del amor de Dios y del amor fraterno, en la unión con Dios y con la Iglesia, del cual nos había excluido el pecado. Si Dios nos ha enseñado a amar de un modo nuevo, podemos y debemos amar a todos los hombres. Si no fuese así, sería un signo de que no nos hemos confesado bien y que, por lo tanto, deberíamos confesarnos de nuevo.

Probablemente, el más grande sacerdote confesor de nuestra Iglesia es el Santo Cura de Ars. Gracias a él tenemos el Año Sacerdotal y, por lo tanto, nuestro actual encuentro como sacerdotes y obispos con el Santo Padre aquí en Roma. Con este santo párroco he reflexionado sobre el misterio de la santa confesión ya que su ministerio cotidiano de la reconciliación, en el confesionario de Ars, ha hecho que se convirtiera en un gran misionero para el mundo. Se ha dicho que, como sacerdote confesor, ha vencido espiritualmente a la Revolución francesa. Lo que me ha inspirado este diálogo espiritual con Juan María Vianney, lo he dicho aquí. Sin embargo, me ha recordado también algo muy importante.

15. ¡Amamos a todos, perdonamos a todos! ¡Hay que prestar atención, sin embargo, a no olvidar a una persona! Existe un ser, de hecho, que nos desilusiona y nos pesa, un ser con el que estamos constantemente insatisfechos. Y somos nosotros mismos. Con frecuencia tenemos bastante de nosotros. Estamos hartos de nuestra mediocridad y cansados de nuestra misma monotonía. Vivimos en un estado de ánimo frío e incluso con una increíble indiferencia hacia este prójimo más próximo que Dios nos ha confiado para que le hagamos tocar el perdón divino. Y este prójimo más próximo somos nosotros mismos. Está dicho, de hecho, que debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (cfr. Lv. 19,18). Por lo tanto, debemos amarnos también a nosotros mismos así como tratamos de amar a nuestro prójimo. Entonces debemos pedir a Dios que nos enseñe que debemos perdonarnos: la rabia de nuestro orgullo, las desilusiones de nuestra ambición. Pidamos que la bondad, la ternura, la paciencia y la confianza indecible con la que Él nos perdona, nos conquiste hasta el punto de que nos liberemos del cansancio de nosotros mismos, que nos acompaña por todas partes, y con frecuencia incluso nos causa vergüenza. No somos capaces de reconocer el amor de Dios por nosotros sin modificar también la opinión que tenemos de nosotros mismos, sin reconocer a Dios mismo el derecho de amarnos. El perdón de Dios nos reconcilia con Él, con nosotros, con nuestros hermanos y hermanas, y con todo el mundo. Nos hace auténticos misioneros.

¿Lo creéis, queridos hermanos? ¡Probadlo, hoy mismo!

El camino hacia la verdadera Vida

A propósito de lo que estamos reflexionando en nuestra formación de este año, sobre la “Cadena de Amor”, les comparto este artículo de Benedicto XVI, que se refiere al tema.

Emilia Solís Soto.

EL CAMINO HACIA LA VERDADERA VIDA

Benedicto XVI está convencido de que la pobreza, la castidad como dominio de sí mismo, y la obediencia constituyen un camino para encontrar la verdadera vida no sólo para los monjes, sino también para cualquier persona.

Hablando del camino de santidad, en su encuentro con miles de fieles en la plaza de San Pedro el miércoles 27 de mayo de 2009, explicó que también puede aplicarse a los seglares, aunque obviamente de una manera menos radical, adaptada a su estado de vida.

"La renuncia a la propiedad privada, la libertad de las cosas materiales, así como la sobriedad y la sencillez, sólo son válidas de forma radical para los monjes, pero el espíritu de esta renuncia es igual para todos", explicó el Papa. "De hecho, no debemos depender de la propiedad material; debemos aprender la renuncia, la sencillez, la austeridad y la sobriedad", añadió.

"De este modo puede crecer una sociedad solidaria y se puede superar el gran problema de la pobreza de este mundo", aseguró.

Por tanto, aclaró, "en este sentido, el signo radical de los monjes pobres indica esencialmente también un camino para todos nosotros".

Hablando de las tentaciones contra la castidad, dijo, "demuestra el camino de lucha interior para encontrar el dominio de sí mismo y de este modo el respeto del propio cuerpo y del cuerpo del otro como templo de Dios".

"Fidelidad al bautismo y compromiso por vivir en la comunión del Cuerpo de Cristo, entendida también como comunión de los cristianos entre sí", añadió.

"Espíritu de pobreza, de sobriedad, de renuncia --recalcó--; castidad, dominio de sí mismo, humildad y obediencia contra la primacía de la propia voluntad, que destruye el tejido social y la paz de las almas".

El Papa ilustró, con estas palabras, el camino de la verdadera vida. Ante todo, dijo, es "amor por el Señor encarnado”.

Conchita hizo de este camino su camino. Sin embargo no le bastó vivirlo; quiso compartirlo y por eso lo dejó plasmado en muchos de sus escritos, especialmente en la “Cadena de Amor”, como una rica herencia para quienes nos sentimos seducidos por la Espiritualidad de la Cruz y que estamos llamados, no solo a hacerlo vida en nuestras vidas, sino comunicarlo a otros para que a su vez lo asuman. Es “buena noticia” que hay que testimoniarla y proclamarla.

Oración

María del Carmen Venegas

ORACIÓN… palabra de siete letras, número de plenitud. La experiencia de oración nos acerca y une a Dios Padre desde el principio de los tiempos, desde Abraham; es lo que une al hombre con el Padre.

Cuando somos pequeños se nos se nos dice:vamos a rezar. Y es así como se nos enseña a orar; es tal vez una forma equivocada pero es la más común. Así sucede cuando hacemos la Primera Comunión porque nos quedamos solamente con la formación hasta ese punto y así es difícil que comprendamos el valor de la oración.

37531_143602278989300_100000185868547_423766_7022760_n Muchas veces decimos “tanto que pedimos en la oración y todo sigue igual” o “eso queda para los que están siempre metidos en la Iglesia”. No asumimos lo importante que es meditar acerca de la oración. Jesús le dijo a Pedro, a Santiago y a Juan en el Huerto de los Olivos¨: “Orad para no caer en tentación”. La continua unidad con el Padre es lo que nos alimenta y nos suple todas las necesidades de la vida, pero teniendo presente que para a orar hay que disponer el corazón para hacer la voluntad del Padre y cooperar con el plan divino.

En su hora de agonía, Jesús oró al padre y se entregó a su voluntad; sintió un gran dolor al ver todos los pecados del mundo, desde nuestros padres terrenales Adán y Eva hasta el final de los tiempos, y exclamó: “Padre mío, si es posible aparta de mí este cáliz”; después se recogió y dijo “Que se haga tu voluntad y no lo mía”. Es aquí cuando empieza a revelarse la novedad de la oración en la plenitud de los tiempos por el propio Hijo único.

La oración es fruto de la fe y nos sitúa en la recta de la esperanza; en ella recuperamos nuestra verdad de hijos y hermanos. Es el punto de partida y el recurso indispensable para moldear nuestro ser conforme al Evangelio y por ella abrimos la puerta para que el Dios de amor sea el único Señor de nuestra vida; más aún, por la oración Dios actúa en nosotros dándonos a comprender nuestra condición de hijos amados y perdonados.

También por medio de la oración el Espíritu Santo viene en ayuda de nuestras flaquezas, pues a veces no sabemos cómo pedir lo que nos conviene; con su mediación oramos con la confianza de hijos y las palabras brotan espontáneamente. En la oración nos encontramos con Dios Padre de todos, con el Hijo que participa de los sentimientos del Padre y con el Espíritu que transforma nuestro corazón de piedra en corazón de carne. Orar y vivir esta comunión con Dios Trino y Uno experimentamos el amor gratuito y comunitario que nos anima a amarnos mutuamente y así todos alcancemos la plenitud de vida.

Debemos orar no para informar a Dios de nuestras necesidades, sino para que nosotros busquemos, porque la necesitamos, su ayuda divina. Así nos lo dice Él en el Evangelio: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y todas las cosas se os darán por añadidura.” Estas palabras también nos recuerdan que las peticiones que hacemos en nuestra oración no se cumplen ahí mismo pero que si recurrimos a Dios en ese ámbito de confianza, nuestra oración será eficaz porque así es como Él actúa, penetrando con su gracia hasta el fondo de nuestro corazón iluminándolo desde allí.

La confianza es la clave para interpretar la oración de María en el Magníficat, donde también la manifiesta como acción de gracia, alabanza y purificación; en ella expresa su percepción de Dios y su intimidad de creyente; su canto tiene eco en el alma de todos los pobres y todos los justos que gozan de la presencia benevolente del Salvador, de un Dios misericordioso que se deja impactar por los males y sufrimientos que aquejan a las personas. En su cántico, María celebra que Dios, con su misericordia, hace una llamada de conversión para los ricos y soberbios, da palabras de confianza para los pobres y los hambrientos; su petición está resumida en la frase “hágase en mí según tu palabra”, expresión con la que permite ser transformada por la fuerza del Espíritu Santo porque confía, escucha, deja que la Palabra se haga carne y cambia, así, toda la historia de la humanidad.

¡Quién más que María, Madre de Misericordia, para enseñarnos y acompañarnos a orar a Dios Trino y Uno!

¡Jesús, Salvador de los hombres, sálvalos, sálvalos!

jueves, 24 de junio de 2010

Vivir en la dinámica del Amor

Por Rosibel Vargas Mattey

¡Dios es Amor! Al enviar en la plenitud de los tiempos a su Hijo único y al Espíritu de Amor, Dios revela su secreto más íntimo. Él mismo es una eterna comunicación de amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y nos ha destinado a participar en Él (CIC 221). Los cristianos bautizados en la Trinidad participan de la comunión con cada una de las personas divinas. Así, el que sigue a Cristo, lo hace porque el Padre lo atrae y el Espíritu lo mueve (CIC 259)

Es Dios quien nos ha amado primero, desde siempre nos ha llamado, nos dio la vida, y es Él quien quiere que vivamos para él. Es un Dios providente, que sabe lo que nos conviene. Es tan grande su amor, que nos ha amado hasta el extremo, y se asegura de que ni siquiera nuestros pecados puedan alejarnos de Él. Así, enviando a su único Hijo, da la vida para salvarnos. Para Dios no hay nada imposible en el amor, y María fue la primera creyente de esta fe.

Es un misterio muy grande el amor que Dios nos tiene. Debemos aprovechar este regalo de vida eterna que él nos quiere dar, aún sin merecerlo, él nos hace dignos, nos hace merecedores en el Hijo, solo Jesús Salva. Él es el camino para llegar al Padre, por lo tanto debemos transformarnos en él, solo así colmaremos los anhelos de nuestros corazones que gritan con Jesús: “Abba Padre”

El Espíritu Santo es el Amor y el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado. Si ya poseemos al Espíritu Santo en nosotros, poseemos entonces la dicha eterna, que gime en nuestros corazones los más íntimos anhelos de Dios en las personas. La fuerza del Espíritu de Dios en nosotros, posibilita que podamos responder a su llamado de unirnos a Cristo, para llegar a Él. Sus dones, frutos y carismas nos hacen vencer en la vida cristiana, nos llenamos también con la vida de la gracia que otorga en los sacramentos, especialmente la vida de Cristo que se nos da en la Eucaristía, esto fortalece nuestro espíritu para ser auténticos discípulos y misioneros y nos llena con su fuerza para responder al llamado universal a la santidad que toda persona posee.

20070408Ahora bien, El Espíritu Santo nos da la gracia, y esta vive en una dinámica de amor con la persona, él nos la da y requiere correspondencia. Hemos sido enviados para dar fruto, fruto que nacerá de nuestra íntima unión con Dios, y del esfuerzo cotidiano por ejercer las virtudes que nos van transformando. Este esfuerzo de virtudes,- heroicas muchas veces-, nos ayudan a conocernos, a aceptarnos y a transformarnos en la imagen que Dios ha puesto en nuestro corazón: y esa es la imagen de su Hijo amado Jesucristo Nuestro Señor. Por lo tanto necesitamos dejarnos mover por el Espíritu Santo para que la Verdad, que es Cristo nos descubra nuestros pensamientos, nuestras debilidades, nuestras fortalezas, nos convierta, nos sane y nos salve. Pero este esfuerzo sólo tomar valor en la medida en que está unido a Cristo. Debemos entonces vivir ofreciéndonos a Cristo, y ofreciéndolo al Padre por la salvación de los hombres. Jesús es la única ofrenda agradable a Dios, nosotros somos hijos amados en el Hijo. Este vivir ofreciéndonos unidos a Cristo, en intimidad con Dios y ejerciendo las virtudes en actos de amor continuados, nos hacen vivir en una cadena de amor continuada y oblativa que consuela al Corazón amoroso de Cristo que se contrista porque el Amor no es amado ni correspondido. Ofreciéndonos de esta manera, como miembros de la Iglesia, cuerpo Místico de Cristo y miembros de Alianza de Amor con el Sagrado Corazón de Jesús, podemos decir como San Pablo: “Completo en mi carne lo que falta a la pasión de Cristo”. (Col 1,24)

¡Jesús salvador de los hombres! ¡Sálvalos, sálvalos!

Para mí consolar al corazón de Jesús

Por Lauren Oviedo Ramírez

Es empezar con conocerme , adentrándome en mi interior, mojarme de las aguas sucias que llevo dentro, empaparme de ellas, conocerlas, descubrir que hay en esas aguas sucias que han hecho de mi historia personal momentos de pecado, dolor, sufrimiento, enfermedad, impotencia, vicios, debilidades, incoherencias , conductas aprendidas, etc, bajar hasta descubrir que esta agua pueden ser sanadas desde el Amor Misericordioso de Dios, como nos dice el profeta Ezequiel 47,8-12.Este torrente del templo del que hablas Ezequiel describe perfectamente lo que vivimos en nuestro cuerpo, que es Templo del Espíritu Santo.

Si dejamos que sea ÉL mismo quien nos sumerja a descubrir nuestro interior desde20051204 allí purificarnos, sanarnos, donde aprendemos a experimentar como Dios mismo nos consuela. Si no hacemos vida en nuestro ser como persona física, emocional, espiritualmente, el mismo consuelo de Dios seremos capaces de consolarlo, porque si siendo Dios se encarnó para experimentar y saber desde allí redimirnos. Perdonarnos, sanarnos, si dejamos que sea su mismo cuerpo su misma sangra quien al entrar en nosotros nos va transformando y así poder transformar nuestras realidades.

¿Cómo se sabe que es un dolor, una partida, la ausencia, la impotencia, la alegría, la oración, la ternura si no se ha vivido primero?

Cuando meditamos el pasaje de San Marcos 14,32. Cuando hago oración desde este pasaje me adentro en ese momento que experimentó Jesús, me pregunto que vivió, que sintió, el evangelista nos dice algunas cosas, muestras de los que jesús vivió, sintió, aunque me atrevo a decir que esas frases dichas verbalmente a los apóstoles y a Dios Padre intentaban decir lo que llevaba dentro de sí.

En ese momento estaba asumiendo, sintiendo, perdonando todos los pecados, horrores, injusticias, miserias humana, de cada hombre y cada mujer de todos los tiempos, claro que dolía, claro que deseaba huir de ello, sabía que Dios Padre lo podía librar de esta vivencia, sin embargo tuvo el coraje de esperar porque sabía que ese dolor sufrimiento, que estaba experimentando no libraría, vencería la muerte, Resucitaría y nos daría el regalo de la Vida Eterna. Cuado medito este pasaje intento estar allí cerca de Jesús verlo, aprender de ÉL, porque si yo sufro, si algo duele en el cuerpo, en el alma, si uno se desgarra por dentro, cuando nuestros gritos son escuchados en el silencio de Dios, en el desierto de nuestra alma, cuando creemos que nuestra oración no vale nada, es cuando descubrimos a nuestro Amado Abbá de cómo el Espíritu Santo es capaz de ir iluminando cada rincón de nuestro ser, cuando conocemos, experimentamos nuestras miserias y de cómo todo un Dios Uno y Trino nos muestra su Misericordia, entonces que gozo más grande porque empezamos a comprender como se le consuela, como uno es capaz poco a poco de desprenderse de uno mismo y buscar, salir al encuentro de mi prójimo, ponerme en los zapatos del otro, entender al otro .

Jesús dijo ¨Abba, Padre ¡Todo te es posible!¨. Y así es, todo lo puede hacer nuestro Padre de que cada instante de nuestra historia el vaya haciendo su obra en cada uno de nosotros. Cuando empezamos comprender lo que hace el pecado, los vicios, las injusticias, la fama, el poder, el saber, el placer, el egoísmo, etc; entonces podemos consolar a Jesús, en nuestro medio, desde nuestro carisma, siendo murallas, evitando el pecado, sosteniendo muchas veces a quienes van a caer, ayudando a levantarse a quien ha caído.

Si nuestro camino en la vivencia de la Espiritualidad de la Cruz es ir practicando la Cadena de Amor sus catorce reglas desde las tres virtudes características de nuestra espiritualidad: Amor, pureza y sacrificio, en hacer de cada instante desde nuestras realidades temporales , el ofrecimiento del Verbo, allí consolamos a Jesús.

La oración es fundamental en este camino, en Mateo 26,40-41, Orar a solas después de meditar la Palabra ante el sagrario, en nuestro cuarto o en comunidad, no importa donde, en que circunstancias si nuestra, boca, mente, cuerpo, espíritu es una Alabanza a Dios Uno y Trino, ÉL irá haciendo su obra en nosotros y en aquellos que puso en nuestro peregrinar, hacia la tierra prometida.

Al concluir el Año Sacerdotal

Compartimos con ustedes tres artículos de Zenit.  Por favor compártanlo con sus párrocos, directores espirituales, confesores, amigos sacerdotes.

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Llamamiento a los sacerdotes a la conversión al concluir su año

El cardenal Meisner les invita a acudir al sacramento de la confesión

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 9 de junio de 2010 (ZENIT.org).- La primera jornada del encuentro internacional de sacerdotes más numeroso de la historia ha quedado marcada por el llamamiento a la conversión y a acercarse al sacramento de la Reconciliación con Dios.

Ante los diez mil presbíteros que ya han llegado a la ciudad eterna para participar en la clausura del Año Sacerdotal, el cardenal Joachim Meisner, arzobispo de Colonia, recordó que así como la "Iglesia siempre debe ser reformada" ("Ecclesia semper reformanda"), del mismo modo el obispo y el sacerdote "siempre debe ser reformado" ("semper reformandus").

En la meditación que ofreció en la mañana de este miércoles, antes de la celebración de la misa en la basílica romana de San Pablo Extramuros, reconoció que los sacerdotes, al igual que Pablo en el camino a Damasco, "tienen que caer de nuevo del caballo, para caer en los brazos de Dios misericordioso".

Por este motivo, "no es suficiente que en nuestro trabajo pastoral hacer correcciones sólo a las estructuras de nuestra Iglesia para que sea más atractiva. ¡No es suficiente! Lo que hace falta es un cambio de corazón, de mi corazón".

"Sólo un Pablo convertido pudo cambiar el mundo, no un ingeniero de estructuras eclesiásticas", aclaró al iniciar el congreso internacional de sacerdotes convocado por Benedicto XVI y organizado por la Congregación vaticana para el Clero, que culminará este viernes, día del Sagrado Corazón de Jesús, con una misa en la plaza de San Pedro del Vaticano en la que se esperan a unos quince mil presbíteros.

Importancia de la confesión

El cardenal Meisner reconoció que "una de las pérdidas más trágicas" que la Iglesia ha sufrido en la segunda mitad del siglo XX ha sido "la pérdida del Espíritu Santo en el sacramento de la Reconciliación".

La escasa participación en este sacramento, comentó, "constituye la raíz de muchos males en la vida de la Iglesia y en la vida del sacerdote".

"Cuando fieles cristianos me preguntan: '¿Cómo podemos ayudar a nuestros sacerdotes?', entonces siempre respondo: 'Id a confesaros con ellos'".

Según el purpurado alemán, "allí donde el sacerdote deja de confesar, se convierte en un agente social religioso" y "cae en una grave crisis de identidad".

"Un sacerdote que no se encuentra, con frecuencia, de un lado o del otro de la rejilla del confesionario, sufre daños permanentes para su alma y su misión".

"Un confesionario en el que está presente un sacerdote, en una iglesia vacía, es el símbolo más impresionante de la paciencia de Dios que espera".

Confirmación del amor de Dios

En el confesionario, continuó, "el sacerdote puede echar un vistazo a los corazones de muchas personas y de ahí surgen motivaciones, aliento, aspiraciones para el propio seguimiento de Cristo".

La confesión, observó el cardenal, "nos permite acceder a una vida en la que sólo se puede pensar en Dios".

"Ir a confesarse significa hacer que el amor de Dios sea algo más cordial, escuchar y experimentar eficazmente, una vez más, que Dios nos ama".

"Confesarse significa recomenzar a creer, y al mismo tiempo a descubrir que hasta ahora no nos hemos fiado de una manera suficientemente profunda de Dios y que, por este motivo, hay que pedir perdón".

Dada la importancia de la confesión, el purpurado consideró que desde su punto de vista "la madurez espiritual de un candidato al sacerdocio para recibir la ordenación sacerdotal se hace evidente en el hecho de que reciba regularmente --al menos una vez al mes-- el sacramento de la Reconciliación".

De hecho, en este sacramento se encuentra "al Padre misericordioso con sus dones más preciosos, es decir, su entrega, el perdón y la gracia", concluyó.


Cardenal Cañizares: “En el sacerdote, no hay lugar para una vida mediocre”

Intervención en un congreso celebrado en Roma

ROMA, miércoles, 9 de junio de 2010 (ZENIT.org).- En el debate sobre el sacerdocio, es necesario reconocer "la indiscutible necesidad de que toda forma de existencia sacerdotal tenga un contenido profundo, nítido, vibrante y no adulterado: Cristo conocido, Cristo vivido, Cristo comunicado", considera el cardenal Antonio Cañizares Llovera.

El prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, intervino con estas palabras en el congreso "A imagen del Buen Pastor", que se celebró este martes en el Ateneo Pontificio "Regina Apostolorum" de Roma, en la víspera del congreso mundial de presbíteros que clausura el Año Sacerdotal.

Si en el fundamento del sacerdocio tiene que estar Cristo, aclaró, entonces "en el sacerdote no hay lugar para una vida mediocre".

"No debería haber lugar nunca y mucho menos en el momento actual, en el que es tan necesario mostrar la identidad de lo que somos y dar así razón de la esperanza que nos anima".

"El sacerdote debe ser como Cristo. Debe ser santo. La santidad sacerdotal no es un imperativo exterior, es la exigencia de lo que somos". De hecho, sin la santidad sacerdotal "todo se derrumba".

El Año Sacerdotal, bendición de Dios

Para el purpurado español, el Año Sacerdotal ha sido "un gran don, una bendición de Dios".

"En el futuro constataremos los frutos de la deseada renovación: la fuerza del Espíritu Santo renovador y santificador, impetrada con tanta oración y ayuno en todo lugar, no será vana si se muestra en un testimonio sacerdotal vigoroso y gozoso, renovado y evangélico, que contribuya a la tan necesaria renovación de la humanidad de nuestro tiempo", aseguró.

Si bien este año se ha celebrado "en medio de una tormenta mundial, en la que se ha manifestado la debilidad de sacerdotes", esto "no ofusca ni mucho menos el reconocimiento del inmenso don que representan los sacerdotes".

Los presbíteros, "presencia sacramental de Cristo, sacerdote y Buen Pastor de nuestra vida", "son de por sí un don de Dios a los hombres" y "ofrecen a Cristo en persona que es el Camino, la Verdad y la Vida, Luz que ilumina nuestros pasos, Amor que no tiene límites y que ama hasta el final".

"Nos anuncian y nos ofrecen su palabra, que es vida, fuerza de salvación para quienes creen, buena noticia que llena de esperanza; nos conceden de parte de Dios el perdón y la gracia de la reconciliación".

"En particular, nos dan a Dios, sin el cual no podemos nada y no podemos esperar nada. Son gesto y señal del amor irrevocable de Dios, que no abandona a los hombres".

"Los sacerdotes no son sólo algo conveniente para que la Iglesia 'funcione' bien; más bien hay que reconocer que los sacerdotes son necesarios simplemente para que la Iglesia exista".

Ejemplos de virtud

El cardenal expresó "admiración, reconocimiento y gratitud a los sacerdotes", recordando a los que le han ayudado "a ser lo que soy y que de ningún modo merezco ser: un sacerdote, sencilla y gozosamente un sacerdote".

"Doy las gracias, por ejemplo, a ese gran santo sacerdote de mi pueblo, durante 45 años, que entre las numerosas manifestaciones de su caridad de buen pastor fue capaz de dejar su casa a los apestados", "y cargó a espaldas a los muertos para darles digna sepultura".

"Doy las gracias al sacerdote ejemplar y apostólico que me llevó al seminario y me orientó a través de ese camino que ha llenado de alegría mi vida".

"Quiero dar las gracias a tantos sacerdotes que están dedicando toda su vida a las misiones, a los países más pobres y al servicio de los más pobres, de los que nadie se preocupa", "los numerosos sacerdotes que trabajan en el anonimato de las ciudades, que tienen que afrontar dificultades generadas por una corriente de secularización fortísima, y cambios de mentalidad debidos a una nueva cultura".

Su reconocimiento se extendió también a los presbíteros que "desempeñan su propia tarea y servicio pastoral en los suburbios y pueblos, que con frecuencia tienen la sensación de ser olvidados y estar aislados, de no saber qué hacer, pero que muestran siempre que Dios se encuentra en lo que es pequeño y en lo que no cuenta a los ojos del mundo".

"No os echéis para atrás ante el duro trabajo del Evangelio --dijo a los sacerdotes--. Nuestra vida sacerdotal vale la pena; somos necesarios. ¡Animo! ¡Adelante!".

"¡Amad vuestro sacerdocio! ¡Sed fieles hasta el final! Sabed ver en él ese tesoro evangélico por el que vale la pena darlo todo. Y a todos los demás pido reconocimiento, ayuda, comprensión, colaboración y oración por los sacerdotes".


“El sacerdote, llamado a la nueva evangelización”

Homilía del cardenal Cláudio Hummes en la clausura del Año Sacerdotal

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 9 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Este Año Sacerdotal quiere ser una ocasión para renovar en los sacerdotes la conciencia de su misión evangelizadora, afirmó el cardenal Cláudio Hummes, prefecto de la Congregación para el Clero, en la homilía de la Misa con la que iniciaron hoy los actos de clausura de este Año, en la Basílica de San Juan de Letrán.

“El gran objetivo del Año Sacerdotal ha sido renovar en cada presbítero la conciencia y la actuación concreta de su verdadera identidad sacerdotal y de su específica espiritualidad con el fin de continuar de nuevo la misión en forma renovada”, afirmó el purpurado.

Ante los miles de presbíteros procedentes de todo el mundo y llegados a Roma para el Encuentro Internacional de la clausura, el cardenal Hummes afirmó la urgencia “de la misión ad gentes y la nueva evangelización misionera en las tierras ya evangelizadas”.

“Esto significa que es urgente levantarse e ir en misión. Es esto que el Espíritu Santo, en este encuentro internacional, quiere renovar en todos nosotros”, explicó.

“Debemos ser muy conscientes de la actual urgencia misionera. Sintámonos una vez más convocados por el Señor y enviados. Es necesario que nos levantemos y que vayamos en misión por todos los lugares”.

Por un lado, la “descristianización de los países de antigua evangelización”, por otro, “la nueva evangelización, que muchas veces deberá ser una verdadera primera evangelización, más allá del primer anuncio de Jesucristo en los países y en los ambientes en sentido estricto llamados tierras y ámbitos de misión ad gentes”.

El prefecto de la Congregación para el Clero recordó que “los medios para vivir y actuar su vocación y su misión, el presbítero los encuentra, sobre todo, en la Palabra de Dios, en la Eucaristía y en la oración”.

“El contacto diario con la Palabra de Dios, en particular, en la forma de la lectio divina y del estudio de la teología es indispensable para profundizar su adhesión a Jesucristo y alimentar el contenido de su evangelización”.

A su vez, la Eucaristía “es centro y culmen de la vida de la Iglesia y, de esta manera, de la vida del presbítero”.

Todo el ministerio del presbítero “está ordenado a la Eucaristía y parte de la Eucaristía para la misión. La misión busca de llevar nuevos discípulos a la mesa del Señor y de la mesa eucarística los discípulos parten de nuevo para la misión”, concluyó.

viernes, 21 de mayo de 2010

“La Alianza de Amor tiene que tomar vida en ti, no por lo que eres, sino por lo que tienes y te he dado.” (CC 33,263

Por Emilia Solís

En la Casa de Alianza de Amor, en Jesús María, San Luis de Potosí, me llamó mucho laimage atención esta frase de la Cuenta de Conciencia de Conchita.

Después de un rato de meditarla me dije: Esta es una gran tarea y una gran responsabilidad. Buscar lo que tengo y buscar lo que Dios me ha dado… Y esta tarea a veces resulta complicada para algunos porque cómo nos cuesta hurgar en nosotros mismos; siempre buscamos afuera, en el exterior, en los otros, en las circunstancias y se nos dificulta caer en la cuenta que en nuestro interior está la razón de nuestro existir, de nuestro amar, de nuestro dar y darnos. Una frase por ahí dice que nos lamentamos por lo que no tenemos y no agradecemos lo que sí poseemos… Reconocer nuestras debilidades y defectos es fácil para algunos; buscar todo lo valioso que anida en nuestro interior, lo que Dios nos ha regalado y lo que nosotros mismos hemos cultivado, no resulta tan sencillo para muchos. Me refiero concretamente a las virtudes que nos mueven a hacer el bien y que quizá, porque poseemos pocas o muchas, es que nos sentimos un día llamados a pertenecer a Alianza de Amor… pero esta pertenencia nos demanda atender esa petición que Jesús le hizo a Conchita “La Alianza de Amor tiene que tomar vida en ti, no por lo que eres, sino por lo que tienes y te he dado.”

Por ahí va mi reflexión, justamente en este año que se nos propone profundizar más en la “Cadena de Amor”, para que nuestra Obra de Alianza tome vida en nosotros, como lo quiere Él “… tomar vida en ti…” no por lo que somos sino por lo que descubramos de valioso en nosotros, sea por las virtudes naturales que hayamos cultivado, sea por las virtudes sobrenaturales que Dios nos ha regalado. Pero ¿conocemos, reconocemos y asumimos realmente esa riqueza?

Esta es la gran tarea y de ahí la importancia de la Formación que tenemos en nuestros Retiros y en las Pequeñas Comunidades, porque a pesar de que este ejercicio de reconocer nuestras virtudes lo hayamos hecho en diferentes momentos de nuestra vida, no acabamos de convencernos que, aunque somos de barro, Dios nos ha regalado unas virtudes sobrenaturales que crecen al crecer nuestra unión con Él, por medio de la Eucaristía, la oración, el ofrecer los sufrimientos, el trabajo, etc.; así es como obtenemos “vida en abundancia” para dar y darla. Pero también tenemos virtudes naturales, que son aquellas que adquirimos al nacer o por nuestro propio esfuerzo, que hay que nutrirlas ejercitándolas en el día a día, en todos nuestros actos, en las relaciones con los demás, en las dificultades que se nos presentan. Para reforzar nuestras virtudes y para ayudar a eliminar los vicios que entorpecen nuestro crecimiento espiritual, contamos con la eficaz asistencia del Espíritu Santo. Por otro lado, una estrecha relación con Dios hace que aumente en nosotros el deseo de hacer el bien y esta práctica hace que se desarrolle en nosotros otras virtudes naturales. Esto es ejercitar en nosotros la “Cadena de Amor”.

En la Familia de la Cruz, y particularmente en Alianza de Amor, tenemos a Conchita como modelo de una auténtica vida laical por excelencia; ella tomó muy en serio su vida espiritual y cristiana porque logró la unión entre su vida cotidiana y su oración. Escribió en su Cuenta de Conciencia: “Ser esposa y madre no me impidió jamás la vida espiritual” (cf. CC 15,245). Y en otra parte leemos: “He simplificado mi vida en ser Madre” de ocho hijos y madre espiritual de todos los que intentamos vivir el legado que dejó para toda la Iglesia, la Espiritualidad de la Cruz.

Como nuestra Madre, tenemos y necesitamos tomar en serio nuestro ser cristiano. Reconocer y asumir nuestras virtudes, luchar hasta vencer nuestros vicios nos ayudará a alcanzar esa vida de amor en perfección y santidad que Jesús también nos pide a nosotros como hijas e hijos de Alianza de Amor. Así, agradecidos con Dios por lo que tenemos y nos ha dado, contribuiremos a darle vida y vida en abundancia a nuestra querida Obra.

.¡Jesús, Salvador de los hombres, sálvalos, sálvalos!

Semana Santa con “sexto sentido”

Por Douglas Umaña*

La vivencia de esta Semana Santa en León XIII a donde fuimos invitados como misioneros requirió de los cinco sentidos y hasta de un sexto sentido para saber reconocer donde hay que estar; que día hay que estar, a qué hora hay que estar y por encima de todo, saber estar.

Los sentidos funcionan juntos o por separado, pero todos son evocadores de momentos o vivencias imborrables, La Semana Santa y La Cuaresma, se huele, se toca, se oye, se ve y se puede saborear, es inmensamente sensorial; en suma un ramillete de recuerdos y esperanzas.

El olor puede ser del  pasado como el incienso impregnado en la túnica que nos recuerda esa gloriosa estación de penitencia, el vestido de una mañana de jueves Santo en la Magdalena, un olor de futuro al quemarse una vela o cuando entramos por calles con olores que nos hacen recordar….amor y dolor.

En cuanto al tacto, todos somos tan imprudentes como “Tomas” pues necesitamos tocar para creer. Sentir a las personas, sentir el suelo con nuestros pies de misioneros y sentir cómo se vive aquí. Extender las manos hacia los “Cristos” de esta tierra, esas personas que llevan en su cuerpo las marcas de la pasión pero descubrir en sus ojos la esperanza de la resurrección…sentir esto es como tocar la luz de la fe,  donde modelamos nuestras Semana Santas.

La Semana Santa, no se ve sencillamente sino que inunda nuestra retinas, se inunda de lagrimas al sentir al que “Todo lo Puede”, al Hijo de Dios que nos lanza una mirada directa a nuestro corazón, donde no hay escondite ni escapatoria posible a su paso por nuestras vidas.

Una Semana Santa llena de buenos sabores tanto para nuestro paladar como para nuestros sentidos más profundos del gusto, tiempo de Alegría y gozo con un sabor de resurrección, con un sabor a pan y vino. Todo esto junto o por separado, de estas mil y una sensaciones  harán que en nuestro cerebro y en nuestro corazón cobres forma y vida mi buen Jesús.

 

*Postulante del Diaconado Permanente, Arquidiócesis de San José, C.R.

ÚLTIMA HORA: ¡¡¡EL AMOR NO EXISTE!!!

Por Marta Rodríguez

¿Te desconcertaste al leer esto?

¡Qué bueno!

Compartiendo con mi querida comunidad “Cruz de Jesús “, este tema del Amor, hemos descubierto que el tema ha sido muy manoseado, aparte de lo que cada persona en su lenguaje interpreta, que es dar y recibir amor. Amar no es ser servil o disponibilidad con sonrisa incluida los 24/7, pero si dependiendo del grado de relación que se trate, varía obviamente esa entrega, por ejemplo: la entrega de Jesús por nosotros o la entrega de un día de trabajo de una madre por su hija.

¿Pero cómo hacemos vida el Amor? Empecemos porque todo lo que hagamos, hagámoslo con atención, dedicación, entrega al 100% y delicadeza, para nosotros mismos y para los que nos rodean, nos simpaticen o no, debemos recordarnos que siempre merecemos ser estimados y los demás merecen nuestra estima.

Hacer vida el Amor dista de lo lirico, y los “arco iris” o fachadas de felicidad; amor que nos plantea la sociedad contemporánea. Amar implica: tolerancia, respeto, verdad y muchos principios más, también de herramientas que ya poseemos o las podemos aprender en el camino. ¡Cuanto aprendemos de la Fidelidad de Dios! Que nos ama a pesar nuestro, en el sentido de nuestra falibilidad, aunque fallemos y Le fallemos El permanece con nosotros todos los días de nuestra vida. Aunque a veces nos cueste entenderlo y hasta creérnoslo.

El Amor que nos da Dios, es gratuito y está disponible para vos también ¿te atrevés a aceptarlo? Tené presente que Jesús ELIGIÓ, entregar Su vida por vos y por mí. Con ello lo que nos enseña que Ser Víctimas no es llorar y llorar; es disponernos a hacer la voluntad de Dios, no a hacer a Dios a nuestra voluntad. Amarlo a Él es eso, disponernos con todo nuestro ser, mente y corazón, al Santo Espíritu, porque solo Él, Quién nos ha creado, nos conoce verdaderamente y nos podrá guiar hacia toda verdad.

¡Vivamos el Amor en cada detalle! Hagamos que nuestras palabras concuerden con nuestros actos, les propongo con cariño, a preguntarnos cada día:

  • ¿A qué me llama hoy Dios?
  • ¿Hacia donde me guían los hechos acontecidos en mi vida en las últimas horas vividas?
  • ¿Cómo lo viviría hoy, Él? ¿Cuál sería Su respuesta a esos eventos?

Será entonces momento de callar, escuchar y dejarnos guiar por Él.

Así, disponiéndonos minuto a minuto, hora a hora y día a día, será un eslabón en La Cadena de Amor. Un Amor que Salva.

lunes, 3 de mayo de 2010

Compartir la experiencia en Nicaragua

Hace un par de semanas un grupo de peregrinos anduvo por Nicaragua, nos comparten sus experiencias con una crónica y algunas fotografías.