lunes, 28 de marzo de 2011

III Domingo de Cuaresma: La danza de lo imprevisible

Para este domingo el relato del pozo en Samaría es el ritmo que amenizará el baile de esta semana. Para ver la reflexión completa pueden ir aquí.

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Dolores Ailexandre

Abandonen su rigidez entre los brazos del Danzante, déjense llevar por él más allá de sus calculados movimientos,  nos diría la samaritana: no teman la hondura de su pozo, ni el empuje irresistible del manantial que salta hasta la vida eterna. Olviden su pequeño cántaro, su raquítico sistema de pesas y medidas.

Olvídense de las pequeñas disputas en torno a montes y templos: ha llegado la hora de adorar en espíritu y en verdad y todos  están llamados a hacerlo. No se queden únicamente en lo que ya saben de Jesús: recorran el proceso de intimidad al que también tienen la dicha de estar invitados. Al  principio yo no vi en él más que a un judío, pero él me fue conduciendo hasta descubrirle como Señor, Profeta, Mesías, como Aquel a quien siempre había estado esperando sin saberlo. Tengan ustedes la osadía de nombrarle con nombres nuevos, con esos que no aparecerán nunca en los resecos manuales de sus estanterías.

Pero les aviso, est20110327én prevenidos: él les puede estar esperando en cualquier lugar, en cualquier mediodía de su vida cotidiana, precisamente cuando andaban enredados en pequeñas historias relacionales, en rencillas mutuas o en rancias ortodoxias en torno a rúbricas o privilegios. Si se detienen a  escucharle, están perdidos para siempre porque él al principio les pedirá algo sencillo: "dame de beber", "llama a tu marido"..., pero al final, volverán a su casa sin agua y sin cántaro, y  con la sed, antes desconocida, de atraer hacia él a la ciudad entera.

Cuenta un apotegma*  de los padres del desierto que el abad Lot dijo una vez al abad José: "Padre, ayuno un poco. Oro y medito; trato de vivir en paz en lo que de mí depende; procuro purificar mis pensamientos. ¿Qué más puedo hacer?

José se puso de pie y extendió sus manos  hacia el cielo. Sus dedos se volvieron como diez llamas y dijo: ¡Si quieres, puedes ser todo fuego!

 

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* Apotegma es una sentencia breve y graciosa en la que subyace un contenido moral aleccionador.

viernes, 25 de marzo de 2011

Como hijo amado del Padre, dar la vida a todos, con todo lo que soy

Siendo hoy, viernes 25 de marzo, el día de la Encarnación Mística y al mismo tiempo el natalicio del H. Ignacio Herrera, MSpS, compartimos algunas palabras de reflexión de este futuro sacerdote Misionero del Espíritu Santo costarricense.

 

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Una querida amiga de Alianza de Amor de Costa Rica me dice: Nacho, ¡Cuéntanos en media paginita qué te está inspirando el Espíritu en la experiencia significativa de tu vida, de tu presente! Lo más resumido que pude es el título que escogí para este corto espacio.

 

Con gratitud les comparto que estos años de formación, experiencias pastorales y comunitarias en Costa Rica, Colombia, México y ahora en España han sido fuente de realización y consolidación de la vocación y que se conjuga con el deseo de vivir esta vocación desde el ministerio del diaconado y pronto del sacerdotal. Ha sido todo este tiempo, espacio para descubrir muchas cosas: Por ejemplo, darme cuenta que muchas veces se construye más el Reino de Dios estando, acompañando, compartiendo con el pueblo tristezas, alegrías, impotencias, que haciendo muchas cosas que lo que lleva es a un activismo no constructivo. Me costó mucho aprenderlo porque implicó cambiar una manera de pensar muy arraigada.

 

Después, percibí que la oportunidad de acompañar a jóvenes en acompañamiento espiritual empezó a ser para mí una rica experiencia pastoral y un rasgo particular de ser MSpS que quisiera seguir fomentando y madurando ahora desde el ministerio. De igual manera recojo con gratitud, la experiencia de promover la construcción de comunidades juveniles iluminadas desde la espiritualidad de la cruz y con el objetivo de asumir juntos un compromiso eclesial y social como cristianos que deseamos hacer presente a Jesús Sacerdote en el mundo.

20051023

 

Hoy, una de mis mayores inquietudes personales es seguir buscando maneras de comprender y dar pasos concretos para compartir vida y misión con los laicos. Hoy por hoy me sigo sintiendo llamado a seguir compartiendo mi vida consagrada y el futuro ministerio, con los laicos en un trabajo conjunto y en equipo como compañeros de camino. Así mismo, he vivido con mucha alegría los momentos compartidos con algunas obras de la cruz en un ambiente de familia y vocación compartida.

 

Por otro lado, a cuatro meses para mi ordenación sacerdotal siguen resonando dentro de mí, preguntas que constantemente le hago a Jesús en mis tiempos de oración: ¿cuál es el sueño que tienes para mí? ¿Cuál es tu voluntad? ¿Dónde quieres que haga realidad este sueño que tienes para mí? Me doy cuenta que poco a poco, al ritmo del Espíritu y no según mis antojos y aceleres se van llenando de nuevo contenido y respuestas.

 

En este último tiempo han habido regalos muy especiales: Mirarme delante de Él con mis debilidades y fortalezas, en mis batallas por ser libre, reconocerme pecador perdonado, ver que mi historia personal se va haciendo historia de salvación pero no por mis fuerzas o voluntarismos, sino por su amor gratuito. También es especial volver a escuchar, una vez más, por parte de Jesús que me vuelve a preguntar: ¿Nacho, me amas? y al final sólo poder responder: Mi Jesús, tú lo conoces todo, tú sabes que te amo. De  manera especial en los ejercicios espirituales de preparación al diaconado, les puedo compartir que cuando me siento y me creo hijo amado del Padre y con todo lo que soy, desde ahí Él me vuelve a encomendar la tarea. En el concreto de mi vida, lo veo en el continuar como sacerdote Misionero del Espíritu Santo, también compartir con todo el que pueda lo que Él ha hecho en mí, dar testimonio de esto, dar consuelo porque he sido consolado y hoy por hoy me sigo sintiendo invitado a seguir siendo compañero de camino de manera especial con los jóvenes. Todo esto reconocido como fruto de la fraternidad con mis hermanos de comunidad y con todos ustedes, y en mí sigue el deseo de seguir acompañándonos como hermanos que somos y de esta manera, siga naciendo la esperanza en nuestros corazones desde la vocación a la que hemos sido llamados cada uno por el Padre.

 

Su hermano,

José Ignacio Herrera Segura, MSpS. (Nacho)

domingo, 20 de marzo de 2011

II Domingo de Cuaresma: La danza de lo paradójico

 

Para este domingo el relato de la Transfiguración es el ritmo que amenizará el baile de esta semana.  Para ver la reflexión completa pueden ir aquí.

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Dolores Aleixandre.

"¡Salgan de sus tinieblas! Dejen atrás la seguridad del valle y emprendan sin miedo la subida al monte, porque arriba les espera la luz!". Esta podría ser la propuesta del evangelio de la transfiguración.

"Renuncien a sus ideas equivocadas sobre Dios y a lo que creen que es pérdida o ganancia, ábranse a la novedad absoluta de Jesús y de su Evangelio, atrévanse a romper con su búsqueda codiciosa y obsesiva de ganar, poseer, conservar y, en lugar de ello, arriésguense en un camino inverso de pérdida, derroche y entrega, sin más garantía que Su palabra.

Estén dispuestos al vuelco radical que supone llegar a "pensar y sentir como Dios" y a conformar con los criterios del Evangelio su idea de lo que es luz y oscuridad, salvar la vida o perderla. Compórtense como los verdaderos discípulos, dispónganse a romper con sus viejos esquemas mentales, a cambiar de lenguaje y de significados, a cuestionar su propia lógica y sus ideas aprendidas en otras escuelas. Presten oído a la promesa de su único Maestro:

20071216- "Al que se venga conmigo, voy a llevarle a la "ganancia" por el extraño camino de la "pérdida": ese es el camino mío y no conozco otro. La única condición que pongo al que quiera seguirme, es que esté dispuesto a fiarse de mí y de mi propia manera de salvar su vida, que sea capaz de confiármela, como yo la confío a Aquél de quien la recibo. La suya será siempre una vida sin garantía y sin pruebas, en el asombro siempre renovado de la confianza: por eso no puedo dar más motivos que el de "por mi causa".

Permanezcan en lo alto del monte "firmes como si vieran al Invisible" (Hch 11,27), hasta que la prioridad del Señor y su Reino polarice y relativice todo lo demás, hasta que sus pequeñas preocupaciones y temores vayan pasando a segundo término y la lógica de lo evidente se quede atrás. La luz de la transfiguración les atrae a una manera de creer en la que la fe no es una manera de saber o de comprender, sino la decisión de fiarse de Otro, y de exponer la vida entera a una Palabra que hará saltar los límites de sus oscuros hábitos y valoraciones.

Entren en esa danza y su vida entera se convertirá en una apuesta arriesgada, más allá de cualquier pretensión de poseer certezas definitivas.

En la plaza
Hermoso es, hermosamente humilde y confiante, vivificador y profundo,
sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido,
llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado.

No es bueno
quedarse en la orilla
como el malecón o como el molusco que quiere calcáreamente imitar a la roca.
Sino que es puro y sereno arrasarse en la dicha
de fluir y perderse,
encontrándose en el movimiento con que el gran corazón
de los hombres palpita extendido.

Como ese que vive ahí, ignoro en qué piso,
y le he visto bajar por unas escaleras
y adentrarse valientemente entre la multitud y perderse.
La gran masa pasaba. Pero era reconocible el diminuto corazón afluido.
Allí, ¿quién lo reconocería? Allí con esperanza, con resolución o con fe, con temeroso denuedo,
con silenciosa humildad, allí él también transcurría.

Era una gran plaza abierta, y había olor de existencia.
Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo,
un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano,
su gran mano que rozaba las frentes unidas y las reconfortaba.
Cuando, en la tarde caldeada, solo en tu gabinete,
con los ojos extraños y la interrogación en la boca,
quisieras algo preguntar a tu imagen,
no te busques en el espejo,
en un extinto diálogo en que no te oyes.
Baja, baja despacio y búscate entre los otros.
Allí están todos, y tú entre ellos.
Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete.

Entra despacio, como el bañista que, temeroso,
con mucho amor y recelo al agua,
introduce primero sus pies en la espuma,
y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi ya se decide.
Y ahora con el agua en la cintura todavía no se confía.
Pero él extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazos
Y se entrega completo.
Y allí fuerte se reconoce, y crece y se lanza,
y avanza y levanta espumas, y salta y confía,
y hiende y late en las aguas vivas, y canta, y es joven.

Así, entra con pies desnudos. Entra en el hervor, en la plaza.
Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo.
¡Oh pequeño corazón diminuto, corazón que quiere latir
para ser él también el unánime corazón que le alcanza!

(Vicente Aleixandre)[1]


[1] Vicente Pío Marcelino Cirilo Aleixandre y Merlo. Sevilla, 26 de abril de 1898 – Madrid, 13 de diciembre de 1984. Poeta español de la llamada generación del 27.

lunes, 14 de marzo de 2011

I Domingo de Cuaresma: La danza de lo ex-céntrico

Siguiendo con la reflexión de Dolores Aleixandre les presentamos un extracto del texto para este primer domingo de cuaresma. Pueden encontrar la versión completa en: “La Danza de lo ex-céntrico”.

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El desierto de las tentaciones (Mt 4,1-11)

20050724Giro y vuelta, parece proponernos el evangelio de este domingo: den un brinco fuera del espacio estrecho y asfixiante de lo que les atrae como el remolino de un sumidero, y sólo les permite girar en círculo, repitiendo siempre las mismas ideas, las mismas preocupaciones, las mismas imágenes sobre ustedes y sobre Dios.

Escapen de ese falso centro que les promete la posesión de las cosas, ríanse de su propensión a trepar a los "aleros del templo" para atraer desde allí admiración o buena opinión de la gente, porque casi nadie levanta la mirada hacia arriba y prefiere mirar los escaparates o la TV.

No se empeñen en plantar la banderita de su nombre en la cima de algún monte, ni se fatiguen aparentando parecer lo que no son. Dejen que Jesús, el "archegós", el iniciador de vuestra fe, les conduzca hacia el Dios a quien él conoció en el desierto: un Dios que no exige de ustedes proezas ni gestos espectaculares, sino solamente su confianza y su agradecimiento. Un Dios que les dirige su Palabra no para imponerles obligaciones o para denunciar sus pecados, sino para alimentarles y hacerles crecer. Un Dios al que no encontrarán en los lugares de prepotencia o de la posesión, sino en los de la pobreza y la exclusión.

Déjense bautizar por el nombre nuevo que Él ha soñado para ustedes desde toda la eternidad. Acojan con asombro agradecido que les diga: Tú eres mi hijo, te he llamado por tu nombre, tú eres mío. Tu vida no está programada desde el mercado, ni eres una fotocopia del consumidor ejemplar, ni un espectador, ni un súbdito del rey Dólar. Eres alguien bendecido, eres mi hijo amado. No eres clónico de nadie, eres único y el Pastor te reconoce por tu nombre.

Y aprendan también del Maestro a ponerse en camino en dirección a los otros. Lo mismo que él, acorten distancias, tengan manos, inviertan en relaciones, hagan amigos, libérense de cosas y engánchense a personas, discurran cómo incluir, incorporar y tejer redes y disfruten al sentarse con otros en el banquete de la vida.

jueves, 10 de marzo de 2011

Cambiaste mi luto en danza (Sal 29 (30), 12)

Esa “escuela de danzantes” que llamamos Cuaresma

Dolores Aleixandre, rcsj

Biblioteca de l'École Biblique de los dominicos en Jerusalén: dos de mediodía, allá por abril del año 87. La sala desierta y yo sentada delante de una mesa llena de libros y diccionarios, con toda una tarde de estudio por delante y conectada, como único consuelo, a una emisora de música clásica a través de un pequeño transistor. Desde mi vocación frustrada de directora de orquesta y aprovechando la soledad, me puse a dirigir con la derecha la Sinfonía 40 de Mozart, mientras sostenía un libro con la otra mano. Al cabo de un rato, levanto los ojos y veo a un cura pakistaní, vecino habitual de mesa, parado en el umbral de la puerta mirando hacia mí con asombro. Como de lejos mis pequeños auriculares eran invisibles y sólo percibía el frenesí descontrolado de mi mano, debía pensar: "Esta pobre mujer, tantas horas aquí sentada, ha debido trastornarse un poco...". Hice como que me rascaba la cabeza para disimular, suspendiendo en el acto el concierto. De entrada, me reí por dentro por lo ridículo de la situación, pero luego empecé a verla como una preciosa parábola: ¿y si la fe fuera la música interior a la que damos oído, que nos hace movernos con un determinado ritmo y a realizar unos gestos incomprensibles para quienes no la escuchan?. Y cuando decae nuestra danza ¿no será porque nos hemos desconectado de la frecuencia del Evangelio?

Recuerdo la anécdota al comenzar esta Cuaresma porque me sigue pareciendo que a este tiempo litúrgico le quedan resabios de las costumbres preconciliares y están presentes más componentes de "luto" que de danza. Es verdad que ya no nos dicen aquello de "Acuérdate de que eres polvo y en polvo te convertirás...", ni vestimos los santos de morado, ni necesitamos tomar la bula (en el colegio nos advertían que no se podía decir "comprar" porque entonces era simonía, pecado con nombre propio que me resultaba a la vez amenazador e interesante). Quizá cantamos otras cosas en vez del "Perdón oh Dios mío, perdón y clemencia, perdón e indulgencia, perdón y piedad", pero aún escucho en alguna parroquia el espantoso "No estés eternamente enojado" que sigue grabando en las conciencias la imagen de un dios enfurecido e iracundo, que se aplaca inexplicablemente cuando nos ve haciendo el Via Crucis o comiendo los viernes pescadilla en vez de pollo.

Pero eso no son más que anécdotas intrascendentes, porque creo que hay algo que nos paraliza más como es una excesiva y monotemática insistencia en los aspectos éticos del cristianismo, que hacen de él una cuestión fría y sin alegría. Comentando las consecuencias de fomentar casi únicamente los "imperativos" en vez de los "indicativos", dice Klaus Berger: "Es probable, que esta "espiritualidad", quizá no precisamente dichosa, requiera la ayuda que puede llegarle del modelo del amor y la alegría. Pues probablemente por eso hablan tanto los místicos del siglo XII de amor, de amistad, de abrazar y besar, de alegría contagiosa y de la ternura del corazón: porque la seriedad de la vida austera siempre corre el peligro de malograr el alegre mensaje del Evangelio. (...) Posiblemente son dos las expresiones fundamentales de la espiritualidad cristiana. Una está orientada al Viernes Santo, por mencionar un lugar común, y pone en el centro el pecado, la culpa, el juicio vicario sobre Jesús y la sentencia absolutoria. La otra está orientada hacia la Pascua y pone en el centro la alegría, la bienaventuranza, la transformación y la risa que tiene por objeto la muerte y el diablo. Y no se trata de contraponerlas entre sí, sino de reconocerlas como formas complementarias de piedad."[1]

Vivir la Cuaresma desde la insistencia en nuestra necesidad de conversión como única "banda sonora", puede tener el efecto contrario de lo que pretende y convertirnos (mira por donde...) en gente frustrada por no alcanzar tan altas metas de perfección o, siguiendo la metáfora de la danza, agarrotados tímidamente en un rincón de la sala de baile, torpes de pies y duros de oído para captar la música que intenta seducirnos con su ritmo, incapaces de aventurarnos en un movimiento que no sabemos dónde puede conducirnos.

"¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararemos? Se parecen a unos niños que, sentados en la plaza, gritan a otros: "Tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis". (Lc 7,31-32).

Así se quejaba Jesús, tratando de sacudir, por medio de un refrán popular, la incapacidad de los que le oían para salir de su anquilosamiento y comenzar a moverse en otra dirección diferente de la que esclerotizaba su mente.

Aquí está de nuevo la Cuaresma, dándonos la buena noticia de que tenemos otra oportunidad para danzar, como la tuvo para dar fruto aquella higuera estéril de la parábola de Jesús (Mt 21,18-19). Otra vez resuena en nuestros oídos la invitación de la carta a los Hebreos:

"Así pues, nosotros, rodeados de una nube tan densa de testigos, desprendámonos de cualquier carga y del pecado que nos acorrala; corramos con constancia la carrera que nos espera, fijos los ojos en el iniciador y consumador de la fe, en Jesús." (Hb 12,1-2)

El término griego archegós evoca al que va delante, al cabeza de fila, al que inicia la danza, podríamos traducir nosotros, sin equivocarnos demasiado.

Estas páginas van a tener como telón de fondo cinco lugares a los que nos convocan los evangelios domingos de Cuaresma: el desierto de Judea, la montaña de la transfiguración, el pozo de Siquem, la alberca de Siloé y la tumba de Lázaro.

Son lecturas que nos sabemos de memoria (¿otra vez la samaritana? ¿otra vez el ciego de nacimiento? ¡Son larguísimas...!). De ahí la propuesta de aproximarnos a ellas solamente desde alguno de sus ángulos, sin la pretensión inútil de abarcarlas o agotarlas. Entraremos en cada escena por alguno de sus resquicios, tratando de escuchar la música que las habita, sin escapar de las notas desestabilizadoras que resuenan en ellas, aunque nos creen incomodidad y desconcierto. Asociamos espontáneamente la presencia de Jesús al perdón, la paz, la reconciliación o la misericordia y es cierto que en él encontramos centramiento, armonía y luz. Pero los textos que vamos a leer nos descubren que también lo excéntrico, lo paradójico, lo imprevisible, lo inconveniente o lo intempestivo pueden llevar "marcas" de su presencia y pueden movilizar lo mejor de nosotros mismos, con tal que nos dejemos llevar por su ritmo.

En algunos de esos "escenarios de danza" oiremos además otras voces que desde la poesía, la teología o la espiritualidad "eleven los decibelios" de la melodía evangélica y hagan irresistible en nosotros el deseo de danzar.

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Aquí va, como pórtico, uno de esos textos:

BAILE DE LA OBEDIENCIA

Si estuviéramos contentos de ti, Señor,
no podríamos resistir a esa necesidad de danzar que desborda el mundo
y llegaríamos a adivinar
qué danza es la que te gusta hacernos danzar,
siguiendo los pasos de tu Providencia.

Porque pienso que debes estar cansado
de gente que hable siempre de servirte
con aire de capitanes;
de conocerte con ínfulas de profesor;
de alcanzarte a través de reglas de deporte;
de amarte como se ama un viejo matrimonio.

Y un día que deseabas otra cosa
inventaste a San Francisco
e hiciste de él tu juglar.
Y a nosotros nos corresponde dejarnos inventar
para ser gente alegre que dance su vida contigo.

Para ser buen bailarín contigo
no es preciso saber adónde lleva el baile.
Hay que seguir,
ser alegre,
ser ligero y, sobre todo, no mostrarse rígido.
No pedir explicaciones de los pasos que te gusta dar.
Hay que ser como una prolongación ágil y viva de ti mismo
y recibir de ti la transmisión del ritmo de la orquesta.
No hay por qué querer avanzar a toda costa
sino aceptar el dar la vuelta,
ir de lado,
saber detenerse y deslizarse en vez de caminar.
Y esto no sería más que una serie de pasos estúpidos
si la música no formara una armonía.

Pero olvidamos la música de tu Espíritu
y hacemos de nuestra vida un ejercicio de gimnasia;
olvidamos que en tus brazos se danza,
que tu santa voluntad es de una inconcebible fantasía,
y que no hay monotonía ni aburrimiento
más que para las viejas almas
que hacen de inmóvil fondo
en el alegre baile de tu amor.

Señor, muéstranos el puesto
que, en este romance eterno iniciado entre tú y nosotros,
debe tener el baile singular de nuestra obediencia.
Revélanos la gran orquesta de tus designios,
donde lo que permites toca notas extrañas
en la serenidad de lo que quieres.

Enséñanos a vestirnos cada día con nuestra condición humana
como un vestido de baile, que nos hará amar de ti
todo detalle como indispensable joya.
Haznos vivir nuestra vida,
no como un juego de ajedrez en el que todo se calcula,
no como un partido en el que todo es difícil,
no como un teorema que nos rompe la cabeza,
sino como una fiesta sin fin donde se renueva el encuentro contigo,
como un baile,
como una danza entre los brazos de tu gracia,
con la música universal del amor.

Señor, ven a invitarnos.

(Madeleine Delbrel)[2]


[1] ¿Qué es espiritualidad bíblica? Fuentes de la mística cristiana. Sal Terrae, Santander 2001, 202.204

[2] Madeleine Delbrêl, mística cristiana francesa, asistente social, ensayista y poetisa; nació el 24 de octubre de 1904 en Mussidan en Dordogne y murió el 13 de octubre de 1964.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Fecundidad y obediencia en el servicio

Silvia Umaña Álvarez

20090329“Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre” (Jn 12,24-26).

Con mucha ilusión y alegría nos recibe nuestro Padre amoroso cuando decidimos entregarle nuestra vida, generalmente cuando iniciamos algún camino espiritual particular. En mi experiencia personal, e imagino que así será en el caminar de muchos otros, me encontré con la generosidad de Dios que no titubeó en regalos para un alma que recién se abría a Su Gracia.

Nuestra madre espiritual, VSD Concepción Cabrera de Armida llama a este inicio de la vida cristiana la primavera. Con esta referencia inmediatamente podemos transportarnos a la exuberancia y riqueza que la naturaleza muestra cuando estalla la primavera. En estos momentos siente el alma la Presencia de Dios y se descubren con gratitud los dones.

Como miembros de Alianza de Amor se nos llama a poner estos dones al servicio de nuestra Obra pero en cualquier momento de nuestra vida debemos tener en consideración algunos peligros que por nuestra naturaleza humana, podrían interferir en cómo realizamos nuestro aporte.

Recordemos que es un eje de nuestro compromiso como discípulos que vivimos en Alianza de Amor tanto desarrollar una acción apostólica como colaborar en lo que se necesite dentro de nuestras comunidades y nuestros centros. Los servicios a la Obra están contemplados como acción apostólica.

Para la realización de estos servicios con pureza de intención se requiere de un profundo conocimiento de Dios y de sí mismo. El conocimiento de Dios lo recibimos en la oración, se aprende más orando al pie de Jesús Crucificado o frente al Sagrario, que en los libros más sabios, pues en la oración contemplativa el Espíritu nos ilumina para comprender y hacer vida aquello que muchas veces escuchamos o leemos y no comprendemos plenamente.

En el ámbito del conocimiento de sí mismo el discernimiento es el elemento central. Y éste puede ser iluminado por lo que Conchita nos advierte como los peligros de la primavera y que San Juan de la Cruz llamó la gula espiritual.

La primera tentación es la del fariseísmo, esto es considerar que no son tan graves los pecados propios si se miran en comparación con los de otras personas. Esto nos lleva al peligro de confundir el anhelo de santidad con nuestra realidad, sentirse ya obra finalizada, que no queda más por aprender o por crecer. Creyendo haberlo recibido ya todo (en dones y gracias) no se esfuerza la persona por ser constante y perseverar.

La relación con los demás se ve también afectada en tanto que se juzga a los demás, se ven solamente sus defectos y se habla mal de las otras personas. Esto surge de la soberbia espiritual ya que la persona se siente superior a las otras.

El servicio dado de esta manera no es auténtico porque lo que se está buscando es a sí mismo y sus fines, al contrario de la pureza de intención que todo lo hace para la gloria de Dios y para cumplir su Voluntad. Al ser entonces una expresión de amor propio se cree que son los demás los que necesitan de su don, y por ello caen en el desorden y en la desobediencia.

La necesidad de servir a toda costa (por el amor propio y no por un sincero espíritu de servicio) induce a cambiar, quitar, añadir a su antojo aquellas tareas que les son encomendadas. Porque quieren hacer lo que les place, consolar su espíritu, satisfacer su necesidad. Corren de un lado a otro acumulando todas las oraciones, libros y participación en todas las actividades posibles. Todo lo que se realiza de esta manera, desorganizadamente, generalmente es estéril.

A simple vista no parece haber ningún problema, pero se debe DISCERNIR y ACOMPAÑAR para canalizar el desbordamiento de Amor para que sea FECUNDO. Para así no sucumbir ante las tentaciones y los peligros. Todos hemos de pasar por la primavera pero nunca quedarnos allí porque eso implicaría caer en una religiosidad vacía.

El servicio auténtico y sincero es aquel que se asienta sobre la HUMILDAD, ponerse por debajo del otro. Esto se logra de distintas maneras en cada uno de nosotros, y el encargado principal de esta obra es Dios, que se ocupará oportunamente de ofrecernos las circunstancias en las que tengamos oportunidad para crecer. Todas las virtudes se adquieren mejor en la adversidad.

Hablando sobre la fecundidad de San Pablo el entonces Cardenal Joseph Ratzinger recalca que “el éxito de su misión no fue fruto de la retórica o de la prudencia pastoral; su fecundidad dependió de su sufrimiento, de su unión a la pasión de Cristo[1].

Jesús nos invita a renunciar y morir a la propia voluntad, ofreciendo amorosamente el abandono. En palabras del evangelista San Marcos: “Quien pierda su vida por mi y por el Evangelio, la salvará” (Mc 8, 35).


[1] Conferencia del Cardenal Joseph Ratzinger (hoy Su Santidad Benedicto XVI) sobre la Nueva Evangelización.