domingo, 8 de mayo de 2011

Testimonio del P. Rafael Moctezuma MSpS acerca del Beato Juan Pablo II

El P. Rafael Moctezuma MSpS nos ha hecho llegar este testimonio suyo sobre el papel del Beato Juan Pablo II en su vida.

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Al estar estudiando Filosofía, tuve la oportunidad de ser fotógrafo oficial de la visita del Papa Juan Pablo II al Seminario Mayor de Guadalajara, el día 30 de enero de 1979.

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En esas fechas escribía:

“Es realmente bello contemplar la forma como el Señor va actuando en las almas, en todas y cada una de ellas.  En especial me ha llamado la atención la obra que ha realizado en el Sto. Padre.  Se ve con claridad la evolución que va teniendo y los pasos gigantes que en Tu amor va dando. Él ha sido todo con todos; ha llorado con los que sufren y reído con los que gozan.  Ha dejado una estela de amor y de paz en todos nosotros.  El Papa ha estado entre nosotros. Cristo ha estado presente en cada uno de nosotros.  Bendito sea mi Dios."

La experiencia más cercana  con  Juan Pablo II fue en su segunda visita a México (6-13 de mayo de 1990).

A la mañana siguiente de su arribo a México me dirigí a la Delegación Apostólica para tomar algunas fotografías de Juan Pablo II. Ya contaba con todas las acreditaciones  para acompañarlo a lo largo de todo su recorrido  por el  Valle de Chalco, Veracruz, San Juan de los Lagos, Durango, Monterrey, Chihuahua, Tuxtla Gutiérrez, Villahermosa y Zacatecas. En total visitó 10 estados, donde no hubo tema que no tratara ni sector con el que no se reuniera, desde trabajadores, indígenas, jóvenes, presos, sacerdotes, religiosos y seminaristas, hasta empresarios, intelectuales y cuerpo diplomático.

Mí interés de ir a la gira Apostólica del Papa era contemplar el impacto que producía su presencia en la gente y hacer un documental de su visita por nuestra nación.

No tenía en mente tomarme alguna fotografía con el Papa, ya que mi mentalidad era: “si es mi amigo no necesito tener una foto con él;  y si no lo es, tampoco.”  En conclusión, no pensaba  retratarme con él.

Tengo que decirles, que el poder contar con las acreditaciones para la gira apostólica del Papa era un trámite sumamente difícil y en dos ocasiones fui a visitar a Mons. Prigioni para pedirle la autorización. El me autorizo formar parte del grupo de reporteros, durante todo el recorrido, menos en la Delegación Apostólica y en los Pinos.

Sin embargo a la mañana siguiente de la llegada de Juan Pablo II me dirigí a la puerta de la Delegación Apostólica para verlo pasar por la calle. Estando al frente de la puerta de la Sede Apostólica  busqué la manera de entrar  y una vez adentro,  empecé a tomarle fotografías.

El Papa estaba rodeado de un  grupo de niñas que habían ido para cantarle las mañanitas. En un momento dado deje de tomarle fotografías para mirarlo con atención.

Fue entonces cuando  Juan Pablo II me miró y me mando llamar, yo estaba a unos metros de él, y al irme acercando oí la voz de Delegado Apostólico que decía: “¿Qué hace Moctezuma aquí?”.

JPII-Moctezuma-04Me puse a un lado del Papa y él me empezó a apapachar  el hombro.  Le besé la mano y se agachó para decirme unas palabras enigmáticas: “¡Yo te ayudaré!”…  eso fue todo. Siempre me quedé con la interrogante de esas palabras: ¿Se refería a mí sacerdocio?, ¿a mí perseverancia?  ... Nunca supe interpretar el sentido de sus palabras hasta el 2 de agosto del 2006.

Gran parte de la gira Apostólica consistió en contemplarlo y acompañarlo con mi oración. Ya nunca lo volví a tocar pero en varios momentos se me quedaba viendo y sonreía.

Realmente me conmovía la manera en que trataba a las personas y su gran necesidad de transmitir el Amor de Dios a todos los hombres.

JPII-Moctezuma-05En una ocasión le pregunté a un reportero italiano: ¿Qué era lo que más deseaba el Papa en sus viajes Apostólicos?  Y  él me respondió: “Bendecir al  mayor número de personas”.

Más adelante,  pude acompañar al Papa en su viaje a Santo Domingo y en 1997, al mandarme a fundar  una nueva comunidad en Costa Rica, se terminaron mis giras Apostólicas.

Después de 9 años de estancia en Costa Rica me enviaron a Colombia para colaborar en una nueva fundación. La nueva parroquia en Bucaramanga, Colombia, llevaría el nombre de Juan Pablo II y el territorio Parroquial contaría con una  población de unos 15,000 habitantes, la gran mayoría concentrada en multifamiliares.

El que la Parroquia llevara su nombre me llenaba de ilusión y tenía infinidad de proyectos para que la Parroquia se convirtiera en Santuario. Pensaba en construir un museo para dar a conocer su vida y misión,  el cual tendría fotografías, documentos y reliquias suyas. Pensaba en mandar a hacer ornamentos del Papa, construir una estatua de su santidad Juan Pablo II, etc.

Sin embargo en el mes de julio del 2006 tuve que ir a México por asuntos familiares y me operaron de una angioplastía el 26 de Julio del mismo año. El 1 de agosto me dieron de alta pero el de 2 de Agosto del 2006 se taparon los 2 stents que me habían colocado en las arterias y tuve un infarto masivo y dos arritmias letales.

En más de dos ocasiones morí físicamente, pero el Señor quería que viviera.

Recuerdo que en una de las muertes experimenté el gozo de verme rodeado del Amor del Padre y una luz lo invadía todo, fue una experiencia única de ternura y consuelo.

En otro momento me vi rodeado de personas que amaba y que ya estaban en el Señor. Era experimentar su presencia y   sentirme acompañado y protegido, en fin estaba rodeado de muchos seres queridos. Con exactitud puede decir que Juan Pablo II estaba en el lado derecho junto a ms pies, También estaba el Hno. Arellano. En el pecho me pusieron a mi sobrina Lucía que murió a los seis días de vida. También el Señor Carlos Levy a quién había ayudado a morir y mi madre. De verdad les puedo decir que no hay motivo para temerle a la muerte ya que es realmente lo más hermoso de la vida.

Yo me sentía feliz, pero en un momento dado,  Juan Pablo II se me acercó y me dijo que tenía que continuar mi misión y prácticamente me empujó al mundo. El me lo ordenó y no me pregunto mi parecer.

Desde el principio de mi enfermedad me he encomendado a Juan Pablo II, todos los días he sentido su presencia y acompañamiento.

Realmente el sentir todo el Amor del Padre (en forma de luz) y amarlo con todo el corazón, bien vale todos los sufrimientos en los que me ha metido. La fragilidad no puede disminuir la capacidad de amar.

Solamente muchos meses después, recordé las palabras que Juan Pablo II me dijo en la Delegación Apostólica de México: “Yo te ayudare” y entonces  comprendí que él fue  quién me ayudó a dejar de gozar por un tiempo del Amor pleno del Padre,  para acercar a los demás a Dios.