lunes, 24 de agosto de 2009

La santidad como proyecto

Silvia Umaña Álvarez

La vida de toda persona precisa de un itinerario, un objetivo, un horizonte, no puede ser una simple sucesión de días sin dirección o sentido. Es una tarea personal el conocerse a sí mismo y buscarle un sentido a la vida mediante proyectos y metas por los que la persona se sienta interpelada. Uno de estos proyectos para los cristianos es configurarse en y por Cristo.

Es preciso, en este sentido, detenerse a pensar. No sólo por un momento, sino frecuentemente dejar de culpar a la complejidad y velocidad de la vida, para encarar nuestras debilidades y reflexionar sobre aquello que puede significar incoherencia, todo lo que nos esté alejando del camino que hemos elegido transitar.

En la búsqueda de sentido a nuestra vida es elemental el sim5var25descubrir de nuestra misión y nuestro quehacer, y esto generalmente no es una gran revelación o misterio, no es algo que se acompaña de maravillosas señales que nos indiquen nuestro camino. Si no que debemos agudizar nuestra atención, porque las respuestas, las guías, se encuentran en los pequeños o pequeñísimos detalles y acontecimientos de nuestra vida.

Muchas veces cuesta un poco distinguir claramente qué es lo que debemos hacer o cómo podemos hacerlo; no estamos exentos de que nuestras propias pasiones o el vaivén del mundo nos distraiga de nuestras metas. Es por eso importante que nos dispongamos a conocer nuestro interior y entonces reconocer tanto nuestros aspectos negativos para confrontarlos como nuestros aspectos positivos para aprovecharlos. Lo expresa en sus enseñanzas San Agustín “Conócete, acéptate, supérate”.

La santidad es la meta común de todo cristiano, pero el encontrarnos con Cristo no significa que de la noche a la mañana lograremos transformarnos en Él. Debemos antes fijarnos metas de corto alcance con miras a ese gran objetivo final.

Aunque por el Bautismo sabemos que entramos verdaderamente en la santidad de Dios, sería contradictorio que lleváramos una vida mediocre, superficial y relativa. Más bien exige de nosotros una respuesta al don recibido, lo cual no implica una vida extraordinaria reservada para algunos privilegiados. Sino que es la vida cristiana ordinaria, mediante los diferentes caminos según la vocación de cada uno, la que nos dirige hacia la santidad.

Pero entonces debemos ubicar nuestras metas desde la identidad propia, nuestro estilo de vida y los deberes inherentes a este estilo de manera que podamos construir un proyecto claro y propio de santidad. Aunque la santidad es una sola (asemejarnos a Cristo y así alcanzar la vida en Dios) los medios varían según las circunstancias que rodean la vida de cada persona.

Los principales medios que tenemos a nuestro alcance son nuestros mismos deberes 20050626 de estado y el vivir en plenitud nuestras promesas bautismales, así como también todo aquello que nos mantiene dentro del camino hacia nuestra meta: la vida de oración, la vida de gracia, la vida sacramental y los compromisos que asumamos como personas que vivimos en el mundo, bautizados que vivimos en la Iglesia y discípulos que vivimos en Alianza de Amor.

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