jueves, 10 de septiembre de 2009

Algunos apuntes sobre ‘ascesis’

Desafortunadamente el hombre de hoy tiene un concepto equivocado de lo que es la ascesis o la penitencia y en muy baja estima el valor de la cruz. La vida cómoda y materialista que vive le hace despreciar con facilidad estos dos valores que son fundamentales (cf. Mt 10, 38), por no decir, indispensables, en la vida, no solo para alcanzar la santidad y con ello la plenitud, sino incluso para poder vivir una vida razonablemente alegre y estable.

La ascesis es una disciplina de nuestras costumbres y de nuestra mente, para así evitar fantasías e impulsos negativos, y es que, una vida espiritual que no es disciplinada, es difícil que crezca.

El origen de la palabra ascesis tiene que ver con ejercitarse, se aplicaba a los atletas y a nosotros también se aplica porque somos atletas de Cristo. La ascesis implica un entrenamiento, para así habituarse a un esfuerzo repetido. Es un ejercicio sistemático de la renuncia para el control de uno mismo. Todo entrenamiento requiere perseverancia y compromiso y más aún cuando se trata dela vida espiritual.

La Ascesis, como esfuerzo humano que responde a la iniciativa divina disponiendo y purificando su vida para que en ella se desarrolle en plenitud la vida divina, no es prerrogativa exclusiva del cristiano ya que, como dice el P. Bernard: "esta palabra ha venido a significar el esfuerzo mediante el cual, se quiere alcanzar el progreso en la vida moral y religiosa" . Este esfuerzo, en nuestra vida cristiana adquiere una nota particular y quizás única, ya que, a diferencia de algunas otras "espiritualidades", la Ascesis en el fiel cristiano, es animada y dirigida por el mismo Espíritu Santo, que no busca destruir sino construir. Por ello el P. Cantalamessa, dice que la Penitencia es el arte de quitar todo lo que estorba en el hombre a fin de hacer visible esa santidad ya contenida en el hombre desde el bautismo. La penitencia cristiana, correctamente entendida, no es estoicismo, ni platonismo, sino es la "fuerza que ayuda a que los criterios y la vida evangélica, pasen de la mente al corazón y del corazón a la vida diaria".

Debemos, sin embargo, reconocer que la penitencia y la cruz, producto de ésta, pesan sobre nuestras espaldas, de lo contrario ya no sería cruz (cf. Mt 5,29-30); la mortificación lastima, mas en el fondo del alma se enciende un fuego nuevo, desconocido y de orden superior que basta para fortificarlo y hacerle abrazar voluntaria y animosamente los dolores y la renuncia que lo llevarán a gozar de la más profunda y jamás imaginada paz. Este fuego era el que incendiaba a los santos, quienes ante la perspectiva de haber encontrado la perla preciosa (Mt 13,46) y el tesoro escondido (Mt 13,44), consideraban en poco lo que tuvieran que hacer para permitir a la gracia desarrollarse en plenitud y que a los ojos del mundo puede parecer una locura y una exageración. Pero sobre este juicio ya san Pablo decía que, "la cruz es locura para el mundo pero para los que están en Cristo es poder de salvación" (cf. 1Cor 1,23-24).

De aquí nace, como lo comenta el Nuevo Diccionario de Espiritualidad, la urgencia de reasumir la vivencia y lo cotidiano de la penitencia, de quitarle toda esa carga negativa que por años ha tenido, para redescubrirla como un momento privilegiado de encuentro con la misericordia de Dios que conoce nuestras miserias y que a pesar de ellas nos ama y nos ha llamado a la santidad más elevada. Esto nos llevará sin lugar a dudas a experimentar el poder que sana el interior del hombre y que le impulsa a reemprender el camino de la felicidad, la alegría, el gozo y la paz, ya que como bien decía Clímaco: "es mediante la penitencia como nos libramos de la tiranía de las pasiones".

Por todo esto, la penitencia es la cruz benéfica que nos ayuda a renunciar a nosotros mismos, a los excesos y exageraciones, y que prepara el camino para que Dios desarrolle en nosotros la vida divina, la "Vida según el Espíritu" .

¿A qué debemos renunciar?

Al egoísmo, al rencor, los placeres terrenos, la pereza , la gula, la intolerancia, la comodidad, etc., ya que muchas de estas cosas nos llevan a un deterioro físico y mental. Se puede decir que la ascesis es una limpieza del corazón en la que vamos dejando a un lado todo lo que nos pesa, pero para esto se requiere de un esfuerzo de autodominio.

Aplicar el camino de ascesis en la vida diaria es difícil porque “no está de moda” ya que implica renunciar a muchas cosas, principalmente comodidades y placeres. Pero: "Para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para su bien"

Consejos para alcanzar esta disciplina:

- Entregarse a Dios con decisión y con alegría.

- Esforzarnos en hacer de la Eucaristía el centro de nuestra vida. Para que toda nuestra vida sea un acto de culto, una misa continuada.

El proyecto de Dios para nosotros es muy grande por eso para poder alcanzarlo hay que vivir según el Espíritu que habita en nosotros y así agradar a Dios.

“La ascesis es un don del Espíritu Santo que hay que pedir”

* Apuntes de la charla del 23 de Julio en el CEFEJ impartida por el P. Rodolfo García, MSpS (notas tomadas por Arlene Chavarría) y del artículo "De ascesis y de cruz... ¡ni idea!" del Pbro. Ernesto María Caro Osorio.

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