lunes, 16 de febrero de 2009

Sacerdocio Común


Douglas Umaña


El sacerdocio común de los fieles guarda relación con lo que se dispuso en el Concilio Vaticano II, donde se expresó la necesidad de que todos los laicos tomaran parte activa de la Iglesia, porque somos parte integrante. Leyendo sobre el tema diría que es el “Alma Sacerdotal” ya que todos estamos llamados a difundir el Evangelio, con “mentalidad laical”. No es necesario (quien no esté llamado a ello) tomar las órdenes religiosas ni cambiar de estado. Debemos cuidar de todos y dejarnos cuidar de todos.

Cristo ejerció su sacerdocio predicando y ofreciéndose El mismo en el Calvario. Para continuar estos dos ministerios, todos como discípulos debemos llevar cada uno su cruz (Mt 16,24). Todos nosotros como cristianos tenemos parte en consecuencia, en el sacerdocio real de Cristo (1Pe 2,5-9). Todos podemos ser llamados "sacerdotes para su Dios y Padre" (Ap 1,6) "Sacerdotes de Dios y de Cristo" (Ap 20,6). Todos juntos formamos "para nuestro Dios, un reino de sacerdotes" (Ap.5,10).

El sacerdocio común viene dado por el sacramento del Bautismo que es exactamente el mismo para todos. San Pablo afirma que el Bautismo de Cristo trasciende y borra todas las diferencias sociales que se encuentran en la humanidad. "Porque todos sois por la fe, hijos de Dios, en Cristo. Sí, todos los que habéis sido bautizados en Cristo, estáis revestidos de Cristo. Ya no hay ni judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer porque todos sois uno en Cristo Jesús" (Gal 3,26-28).

La Ordenación Sacerdotal sacramental es un desarrollo del caracter profético y sacrificial fundamental que ya es conferido en el Bautismo. Aunque el sacerdocio ministerial añade una nueva función a los poderes recibidos en el Bautismo, y por el que es substancialmente más que en el bautismo está al mismo tiempo intrínsicamente unido.

Cuando el Concilio dice que la división del sacerdocio de Cristo por el sacramento de la ordenación es esencialmente diferente *, esto significa que el Bautismo por sí mismo no confía la misión de predicar, de dirigir y ofrecer el sacrificio en el nombre de Cristo. Esto no quiere decir por supuesto, que en el caso de la ordenación, una serie diferente de valores que crea una discriminación, deba ser admitida como buena.

Cualesquiera que sean las condiciones requeridas para la ordenación en el ministerio sacerdotal, esta no puede ser considerada como una realidad “sagrada” que reconozca a una persona intrínsecamente superior a otra. El Vaticano II es claro en este punto:

"Es común la dignidad de los miembros, que deriva de su regeneración en Cristo; común la gracia de la filiación;m común la llamada a la perfección: una sola salvación, una única esperanza e indivisa la caridad. No hay, de consiguiente, en Cristo y en la iglesia ninguna desigualdad por razón de la raza o de la nacionalidad, de la condición social o del sexo... Aun cuando algunos, por voluntad de Cristo, han sido constituídos doctores, dispensadores de los ministerios y pastores para los demás, existe una auténtica igualdad entre todos en cuanto a la dignidad y la acción común a todos los fieles en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo." Vaticano II Lumen Gentium No.32.

“El Señor Jesús a quien el Padre santificó y envió al mundo (Jn 10,36), ha hecho que todo su cuerpo místico participe en la uncion del Espíritu con la que El estaba ungido" (Mt 3,16) (Lc 4,18). En El todos los fieles quedan constituidos en sacerdocio santo y común. No se da por tanto miembro alguno que no tenga parte en la misión de Cristo, sino que cada uno debe santificar a Jesús en su corazón y dar testimonio de Jesús.

Por esta fundamentación sacramental existe en la iglesia una auténtica igualdad entre todos en cuanto a la dignidad y a la acción común de todos nosotros trabajando en la edificación del cuerpo de Cristo. Quién al hacer partícipe a la Iglesia de su misión salvadora no restringió esa participación a la jerarquía, sino que la extendió a todos los miembros de su cuerpo místico siendo una verdadera vocación divina, no recibida de los hombres, por la cual todos los cristianos somos llamados a contribuir al establecimiento del Reino de Dios.

Esta misión esta determinada sacerdotalmente, por ello en la iglesia el Sacerdocio de Cristo se comunica de dos maneras diferentes que brotan directamente de El y se comunica a toda la comunidad. Estos dos modos de participar en el sacerdocio de Cristo son el sacerdocio común de todos los fieles que se recibe en el Bautismo y se perfecciona en la Confirmación y el sacerdocio ministerial que se recibe en el sacramento de la orden.

Estos sacerdocios participan cada uno a su manera del único sacerdocio de Cristo, por el sacramento de la orden se confiere al sacerdote el poder de llevar a cabo unas acciones que son exclusivas de Cristo en cuanto cabeza de la Iglesia de modo que los sacerdotes las realizan actuando no como miembros sino en cuanto a cabeza “In Persona Christi Capitis” en la persona de Cristo Cabeza de la Iglesia. En el sacerdocio común los bautizados son consagrados por la unción del Espíritu Santo como casa espiritual y sacerdocio santo para que, por medio de todas la obras del hombre cristiano, ofrezcan sacrificios espirituales y anuncien el poder de Aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable (1P 2, 4-10).

Perseveremos en la oración y en alabar continuamente a Dios como nuestra misa continuada (Hc 2, 42-47) ofreciéndonos a nosotros mismos como hostias vivas, santas y gratas a Dios (Rm 12,1) y hemos de dar testimonio de Cristo en todo lugar y, a quien nos lo pide, debemos de dar también razón de la esperanza y certeza que tenemos de la vida eterna (1P 3,15).

Cristo ha reemplazado un sacerdocio basado en lo sagrado por un sacerdocio basado en la gracia. Si cada uno de nosotros refleja a Cristo a través de nuestra vida formaremos una familia plena, un sacerdocio al servicio del Rey en donde formaremos una nación santa, un pueblo de Dios reservado para si, que da testimonio de esa acción santificadora a través de sus actos.


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* "El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque diferentes esencialmente y no sólo en grado, se ordenan sin embargo, el uno al otro, pues ambos partici-pan a su manera del único sacerdocio de Cristo" Vat II Lumen Gentium No.10.

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