lunes, 2 de febrero de 2009

Testimonio ejemplar de amor conyugal y santidad familiar

Hna Leticia Gamboa, RCSCJ

El domingo 19 de octubre del 2008, Jornada Mundial de las Misiones, fueron beatificados en Lisieux (Franca) el matrimonio formado por Luis Martin y Celia Guérin, padres de santa Teresa del Niño Jesús, patrona de las misiones. No estamos habituados a pensar en la santidad de un matrimonio porque nuestra experiencia nos lleva a unir la santidad a un individuo, pero el matrimonio es una de las vocaciones más nobles y más elevadas a las que los hombres están llamados por la Providencia. Luis y Celia comprendieron que podían santificarse no a pesar del matrimonio, sino a través, en, y por el matrimonio y que su unión debía ser considerada como el punto de partida de una ascensión de dos personas.

Hoy la Iglesia no solo admira la santidad de su vida; reconoce en este matrimonio la santidad eminente de la institución de la unión conyugal, tal como la ha concebido el Creador mismo. El amor conyugal de estos esposos es reflejo puro del amor de Cristo a su Iglesia; también es reflejo puro del amor con el que la Iglesia ama a su esposo Cristo.

El Padre “nos eligió en él antes de la creación del mundo, para que fuésemos santos e inmaculados en su presencia, en el amor”. (Ef 1,4) Luis y Celia testimoniaron el radicalismo del compromiso evangélico de la vocación al matrimonio hasta el heroísmo. No temieron hacerse violencia a sí mismos para arrebatar el Reino de los Cielos.

Así se convirtieron en luz del mundo, que hoy la Iglesia pone en el candelero a fin de que brillen para todos los que están en la casa (la Iglesia). ¿Cuál es el secreto del éxito de su vida cristiana? Luis y Celia caminaron humildemente con Dios en busca de su voluntad. Llevaron una vida matrimonial ejemplar: misa diaria, oración personal y comunitaria, confesión frecuente, participación en la vida parroquial. Cuando la prueba llegó a su hogar, su reacción espontánea fue siempre la aceptación de esta voluntad divina.

Para los esposos Martin era muy claro qué es del César y qué es de Dios. “Al Señor Dios es al primero que se ha de servir”, este fue el lema de su hogar: para ellos Dios ocupaba siempre el primer lugar en sus vidas. Luis y Celia son un don para los esposos de todas las edades por la estima, el respeto y la armonía con que se amaron durante diecinueve años. Vivieron las promesas del matrimonio: la fidelidad del compromiso, la indivisolubilidad del vínculo, la fecundidad del amor, tanto en las alegrías como en las penas, como en la salud y la enfermedad. Engendraron numerosos hijos para el Señor. Entre estos hijos, admiramos particularmente a Teresa, obra maestra de la gracia de Dios, pero también obra maestra de su amor a la vida y a los hijos.

Este matrimonio es un don para todos los que han perdido un cónyuge. La viudez es siempre una situación difícil de aceptar. Luis vivió la pérdida de su esposa con fe y generosidad, prefiriendo el bien de sus hijos a sus atracciones personales. Ellos son un ejemplo para los que afrontan la enfermedad y la muerte. Celia murió de cáncer, Luis terminó su existencia afectado por una arteriosclerosis cerebral. En nuestro mundo, que trata de ocultar la muerte, nos enseñan a mirarla a la cara, abandonándonos a Dios.

¿Qué es lo que fascina de los esposos Martin? ¿Qué mensaje deja esta familia a la Iglesia y a la sociedad?

Ellos son un modelo ejemplar de hogar misionero. Los testimonios de los hijos de los esposos Martin, a propósito del espíritu misionero que reinaba en su hogar son unánimes e impresionantes: “Mis padres se interesaban mucho por la salvación de las almas… Pero nuestra obra de apostolado más conocida era la propagación de la fe, para la cual cada año nuestros padres daban un cuantioso donativo. Este mismo celo por las almas les hacía desear mucho tener un hijo misionero e hijas religiosas”.

Anima el testimonio de esta pareja cristiana de laicos, vivido dentro y fuera de las paredes del hogar, a través de la belleza de su vida, la fascinación de los sentimientos, la transparencia del amor, sabiendo dedicarse tiempo, porque “El amor no es un trabajo para hacer prisa” (M. Noélle). El compromiso eclesial de los esposos Martín recuerda que “la futura evangelización depende, en gran parte, de la iglesia doméstica” (Familiaris consortio, No. 52) y tiene el sabor de la ternura.

Quiera Dios que las familias, las parroquias, las comunidades religiosas de Costa Rica y de todo el mundo, sean también, hogares santos y misioneros, como lo fue el hogar de los beatos esposos Luis y Celia Martín.

Así fue como don Luis acompañó a tres de sus cinco hijas al Carmelo para que iniciaran su vida de religiosas y las últimas dos llegaron también a serlo en otras congregaciones.

Tomado de L’Obsservatore Romano No. 46


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