viernes, 25 de marzo de 2011

Como hijo amado del Padre, dar la vida a todos, con todo lo que soy

Siendo hoy, viernes 25 de marzo, el día de la Encarnación Mística y al mismo tiempo el natalicio del H. Ignacio Herrera, MSpS, compartimos algunas palabras de reflexión de este futuro sacerdote Misionero del Espíritu Santo costarricense.

 

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Una querida amiga de Alianza de Amor de Costa Rica me dice: Nacho, ¡Cuéntanos en media paginita qué te está inspirando el Espíritu en la experiencia significativa de tu vida, de tu presente! Lo más resumido que pude es el título que escogí para este corto espacio.

 

Con gratitud les comparto que estos años de formación, experiencias pastorales y comunitarias en Costa Rica, Colombia, México y ahora en España han sido fuente de realización y consolidación de la vocación y que se conjuga con el deseo de vivir esta vocación desde el ministerio del diaconado y pronto del sacerdotal. Ha sido todo este tiempo, espacio para descubrir muchas cosas: Por ejemplo, darme cuenta que muchas veces se construye más el Reino de Dios estando, acompañando, compartiendo con el pueblo tristezas, alegrías, impotencias, que haciendo muchas cosas que lo que lleva es a un activismo no constructivo. Me costó mucho aprenderlo porque implicó cambiar una manera de pensar muy arraigada.

 

Después, percibí que la oportunidad de acompañar a jóvenes en acompañamiento espiritual empezó a ser para mí una rica experiencia pastoral y un rasgo particular de ser MSpS que quisiera seguir fomentando y madurando ahora desde el ministerio. De igual manera recojo con gratitud, la experiencia de promover la construcción de comunidades juveniles iluminadas desde la espiritualidad de la cruz y con el objetivo de asumir juntos un compromiso eclesial y social como cristianos que deseamos hacer presente a Jesús Sacerdote en el mundo.

20051023

 

Hoy, una de mis mayores inquietudes personales es seguir buscando maneras de comprender y dar pasos concretos para compartir vida y misión con los laicos. Hoy por hoy me sigo sintiendo llamado a seguir compartiendo mi vida consagrada y el futuro ministerio, con los laicos en un trabajo conjunto y en equipo como compañeros de camino. Así mismo, he vivido con mucha alegría los momentos compartidos con algunas obras de la cruz en un ambiente de familia y vocación compartida.

 

Por otro lado, a cuatro meses para mi ordenación sacerdotal siguen resonando dentro de mí, preguntas que constantemente le hago a Jesús en mis tiempos de oración: ¿cuál es el sueño que tienes para mí? ¿Cuál es tu voluntad? ¿Dónde quieres que haga realidad este sueño que tienes para mí? Me doy cuenta que poco a poco, al ritmo del Espíritu y no según mis antojos y aceleres se van llenando de nuevo contenido y respuestas.

 

En este último tiempo han habido regalos muy especiales: Mirarme delante de Él con mis debilidades y fortalezas, en mis batallas por ser libre, reconocerme pecador perdonado, ver que mi historia personal se va haciendo historia de salvación pero no por mis fuerzas o voluntarismos, sino por su amor gratuito. También es especial volver a escuchar, una vez más, por parte de Jesús que me vuelve a preguntar: ¿Nacho, me amas? y al final sólo poder responder: Mi Jesús, tú lo conoces todo, tú sabes que te amo. De  manera especial en los ejercicios espirituales de preparación al diaconado, les puedo compartir que cuando me siento y me creo hijo amado del Padre y con todo lo que soy, desde ahí Él me vuelve a encomendar la tarea. En el concreto de mi vida, lo veo en el continuar como sacerdote Misionero del Espíritu Santo, también compartir con todo el que pueda lo que Él ha hecho en mí, dar testimonio de esto, dar consuelo porque he sido consolado y hoy por hoy me sigo sintiendo invitado a seguir siendo compañero de camino de manera especial con los jóvenes. Todo esto reconocido como fruto de la fraternidad con mis hermanos de comunidad y con todos ustedes, y en mí sigue el deseo de seguir acompañándonos como hermanos que somos y de esta manera, siga naciendo la esperanza en nuestros corazones desde la vocación a la que hemos sido llamados cada uno por el Padre.

 

Su hermano,

José Ignacio Herrera Segura, MSpS. (Nacho)

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